Un cura de Almagro acusado de francmasón

Al fondo, Iglesia de San Agustín en Almagro (Ciudad Real).

Al fondo, Iglesia de San Agustín en Almagro (Ciudad Real).

El primer edicto en el que se prohibía la masonería en España fue emitido por el Inquisidor General Andrés de Orbe Larreatigui pero no parece que tuviera mucha trascendencia ya que no fue hasta 1748 cuando se acusaron a diversas personas de masones en el Tribunal de la Inquisición de Toledo. Con la invasión napoleónica de España, varios españoles colaboraron con el nuevo régimen napoleónico, que usó la masonería para divulgar las ideas de la Revolución Francesa; por lo que, una vez terminada la Guerra de la Independencia y recuperado el trono por Fernando VII, en España fueron acusados muchos españoles al Santo Oficio por francmasones. A continuación se describe la alegación fiscal del proceso de fe de Tomás Hornero, presbítero de Almagro, seguido en el Tribunal de la Inquisición de la Corte, por francmasón.

Tomás Hornero fue delatado al Santo Oficio de Toledo por una monja dominica, María del Rosario Pérez –de 65 años de edad- en abril de 1815, por haber oído a Juana Acuña y a Juana Acevedo que en esta villa había reuniones de masones a las que asistía este sacerdote, donde sacaban un crucifijo para ser golpeados por otros asistentes. También le contó Patricia Pimienta que Hornero había llevado a su hermano José a una de estas tenidas, habiendo regresado asustado y sobrecogido. Pocos días después su hermano le contó que volvió a llevarle a una casa y entrando en una sala obscura le preguntaron por qué creía que había Dios y otras cosas semejantes y que más adentro había otra sala donde, a su parecer, estaban hablando mujeres de cosas que le horrorizaron. La delatora se ratificó ante al Santo Oficio en todo lo dicho anteriormente en dos nuevas declaraciones –el 23 de mayo de 1815 y el 29 de julio de 1816- sin alterar nada de lo que ya había dicho.

Llamada a declarar Juana Acevedo, dijo habérselo oído decir a su hermano Fernando, que fue llamado a declarar en julio de 1815 y afirmó que a finales de 1809 o comienzos de 1810 fue a trabajar en su oficio de sastre, acompañado de su maestro Santos Gómez, a una casa grande que había enfrente de la Iglesia de San Agustín, propiedad de Luis Medrano y tesorero del Gobierno afrancesado, viendo cómo todos los días, a distintas horas, concurrían varia gente de distintas clases que se introducían en una habitación interior y, aunque no entendió ni vio lo que pasaba dentro de ella, llegó a sospechar que fuera una reunión de francmasones, siendo los asistentes oficiales franceses, españoles y el presbítero Tomás Hornero, natural de Almagro. Su maestro declaró que vio entrar a varias personas en la casa, como señala Fernando, pero no nombró a Hornero.

Juana Acuña y Patricia Pimienta no fueron llamadas a declarar, pero sí lo fue el relator principal, José Pimienta, manifestando que estando la ciudad de Almagro dominada por los franceses, entraron una noche en su casa los presbíteros Pedro Estola y Tomás Hornero con la intención de llevarle a la casa de José Antonio Zeballos, contador de la Mesa Maestral, que estaba abandonada y al llegar se dio cuenta que lo habían engañado y así se lo hizo entender a los dos presbíteros, pero que no le fue posible regresar a su casa ya que entraron con rapidez y, ya en el zaguán, vio a dos hombres cuyo aspecto, con barba muy larga y con un mandil blanco, le produjo un enorme terror y les hicieron subir a una habitación donde vio a otros tres hombres, con mandil y sin barbar, que sin decir palabra abrieron la puerta de la sala para que entraran a ella los dos presbíteros y él, que se colocó entre estos tres hombres que lo introdujeron en un cuarto pequeño donde estaba otro hombre, con traje de oficial, en una mesita pequeña que tenía un farol pequeño y un tintero. Este oficial le dio un papel para que contestase, por escrito, a las preguntas que en él se le hacía y que eran las siguientes: ¿qué debe el hombre a Dios?, ¿qué debe el hombre a su semejante? y que hiciera un testamento. Su respuesta fue que el hombre debía a Dios su alma, el socorro a sus semejantes y que dejaba a su mujer y hermanos por herederos. Asombrado y asustado, suplicó al que le entregó el papel con sus respuestas que le permitiese ir a su casa, bajo la palabra de honor de volver después de que informarse a su mujer que no se preocupara si tardaba en regresar; concedido el permiso, salió y se ocultó en un pajar temeroso de que acabara mal esta situación. Viendo que no regresaba, lo buscaron con gran empeño, llegando a reprender con aspereza a su esposa. Pasados cuatro días, viendo que los franceses habían desocupado Almagro, salió del pajar aunque con el temor de que los vecinos afrancesados aún podían prenderlo. Lo intentaron por un medio indirecto, como fue dar la orden al Gobernador Benito María Ciria para que fuera elegido como miembro de una Junta de subsistencia que iba a formarse en Manzanares –pueblo donde dominaban completamente los franceses y en la que había otra logia masónica- por lo que una vez nombrado evitó el cargo con la complicidad del médico José Esteban, que certificó que se encontraba gravemente enfermo en cama, donde permaneció hasta que se fugó a Elche de la Sierra (Albacete), donde se hallaba la Junta de la Mancha, presidida por Juan Bautista Erro y Azpiroz, donde fue bien recibido pero, cuando tuvo noticia de la causa de su fuga, le mandó con la mayor seriedad que se retirase y se presentase ante al vocal de la misma, Francisco Toribio Hernández que, después de haberle oído, lo quiso enviar a Madrid a desempeñar cierta comisión y habiéndose escusado por temor a que lo conocieran y prendiesen, todos comenzaron a mirarlo con sumo desprecio y ni siquiera lo miraban a la cara. Se dio cuenta de que había infiltrados franceses y francmasones por lo que, pasados entre seis o siete meses, regresó a Almagro y viendo que la situación había empeorado volvió a emigrar. Al final, regresó a Almagro donde sufrió nuevos tormentos, como el saqueo de su casa por la partida del  guerrillero Ureña y el asesinato de su mujer a puñaladas, lo que supuso que esto podía provenir de haberle elegido los franceses, a la fuerza, como administrador de los bienes nacionales en Almagro; decidió abandonar el cargo sufriendo graves perjuicios de sus intereses. Aun así, su casa fue nuevamente saqueada por la partida de Chaleco en 1812 y el comandante de Cuenca, José Martínez de San Martín, le hizo comparecer y lo arrestó.

Una vez refirió José Pimienta sus persecuciones en la Guerra de la Independencia, concluyó sus declaraciones delatando por sospechosos masones no sólo al presbítero Hornero, sino a todos los que formaban la Junta de la Mancha y a más de cien individuos, residentes unos en Madrid y otros en La Mancha y en otras parte de España, que ocupaban altos cargos, dando los motivos en que se fundaba. Preguntado por quienes podían dar más información sobre las logias en Almagro y Manzanares citó al presbítero Fernando Cañizares -cura de Manzanares-, a Fray Pedro María Álvarez de Sotomayor -del hábito de Calatrava- y a los abogados de Almagro Lorenzo Beltrán y Manuel Calvo.

El presbítero Fernando Cañizares, al ser llamado a declarar por el Santo Oficio dijo que no sólo tenía por masón al presbítero Hornero sino también a todos los individuos más exaltados de las Cortes, los ministros de su tiempo -como Manuel García Herreros y Álvarez Guerra-, los regentes Pedro Agar y Bustillo y Gabriel Císcar y Císcar, el ex ministro Tomás Moyano Rodríguez y casi todos los citados por José Pimienta. Acusa a Hornero de haber desempeñado varias comisiones de los franceses y haber sido agente de éstos con escándalo para Almagro y muchos de sus vecinos. Las pruebas en que se basaba eran sus sospechas de liberalismo y de estar a favor de los franceses. Pedro Álvarez de Sotomayor, cura de Manzanares, nada dijo de Hornero ni de la logia de Almagro, por no saber nada acerca de esto y sólo habló de la logia de Manzanares, que estuvo algún tiempo en su casa, viendo asistir en las tenidas a varios empleados españoles de aquella villa, funcionarios del Gobierno de José Bonaparte.

Interrogado el médico de Almagro, Juan José Esteban, habló sobre la enfermedad que fingió José Pimienta, a fin de impedir que los afrancesados le enviasen a Manzanares con cierta comisión, contestando que fue verdad esta estratagema pero que ignoraba el motivo, aunque por algunas expresiones que había hecho sospechó que era para que no le obligasen a entrar en la logia de Manzanares.

Los abogados de Almagro –Lorenzo Beltrán y Francisco de Paula Acuña- afirman ser un rumor que corría por el pueblo lo de que Hornero era masón, sobre todo por lo que le sucedió a José Pimienta, que se divulgó como la pólvora por la ciudad. Sólo el Padre Fray Juan Antonio Ruiz, agustino descalzo de esta villa, dijo haber oído a Hornero en casa de Bartolomé Flórez, en tiempo de la dominación francesa, hacer burla y mofa de las prácticas y devociones cristianas de la religión católica, como la de cantar el Alabado sea el Santísimo al encender las luces, las jaculatorias y el recordar la muerte al acostarse; así como un desprecio irrisorio del estado confesional del Antiguo Régimen, estando presentes la hijas del citado Flórez y su mujer Josefa de Antequera, las cuales no fueron llamadas a declarar al Santo Oficio.

El comisario que llevó el caso dijo del delatado Tomás Hornero que su conducta, antes de la dominación francesa, no era la más adecuada para su oficio y que fue censurado por las personas sensatas de la villa, de ahí que la opinión que tenía de él no era la que le correspondía a un sacerdote; que posteriormente se adhirió a la dominación francesa, llegando a ser uno de los agentes encargados de atraer a vecinos de Almagro a la causa para llevar a cabo sus ideas, que fue compañero inseparable de la oficialidad gabacha, asistiendo a sus convites, bailes y festines y fue recompensado por José I dándole el cargo de teniente vicario eclesiástico de la Iglesia matriz de Almagro y con una caja de oro.

De las últimas declaraciones de José Pimienta, el 2 de enero de 1817, se deduce que Hornero partió para Francia ya que informó al Santo Oficio que regresó de este país y se hallaba en Granátula de Calatrava, en casa de un tal Nieto que era su hermano político; por lo que su vida peligraba con esta venida y debían tomarse las medidas oportunas para que se le apresara, ofreciéndose él a traerlo preso si se le autorizaba.

El fiscal inquisidor, tras las declaraciones de Pimienta y Cañizares, mandó revisar la lista de masones que había en diversos expedientes y, el 1 de octubre de 1817, el Secretario del Marqués de Villapanés, certificó que el presbítero Tomás Hornero aparecía alistado en la logia de Napoleón con el grado de Maestro desde el 6 de julio de 1810.

El 22 del mismo mes, el Padre Fray Nicolás de Castro calificó la sumaria contra Hornero y dijo que había concurrido en excomunión mayor impuesta por los sumos pontífices Clemente XII y Benedicto XIX, y que como no consta qué objetivos tenía la logia, habiendo sólo una leve sospecha de que son en perjuicio de la religión católica y del trono, no pueden considerar a Hornero como hereje. Pero, como ha profanado con escándalo el carácter sacerdotal, podría ser castigado con una pena más o menos grave dependiendo del humilde reconocimiento de culpa que hiciese.

El fiscal del Tribunal pidió, el 7 de noviembre de 1817, que se enviara la sumaria contra Hornero a Cuenca o Córdoba y se hiciera comparecer a Hornero para que se le diera audiencia y siguiera la causa hasta su final.

Fuente: Archivo Histórico Nacional.

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