Juan José García, un legado de sabiduría y dedicación

En la presentación de mi libro, junto a los que fueron mis maestros, don Juan José y don José, mi amigo Cándido, quien hizo la presentación, la alcaldesa Gema y los concejales José Antonio Valencia Camacho y Mari Pepa Ciudad Molero

Ayer nos despedimos de un pilar de nuestro pueblo, Juan José García, un maestro de E.G.B. que dedicó su vida a la enseñanza y a la difusión de la historia y la cultura de Calzada de Calatrava. Nacido y criado en esta ciudad, y casado con una maestra, fue un hombre que dejó una huella imborrable en todos los que tuvimos la fortuna de conocerlo. Hijo de un trabajador, Juan José demostró desde joven una tenacidad y una dedicación que lo llevaron a convertirse en uno de los maestros más queridos y respetados. Durante su etapa de estudiante, utilizó el famoso “trenillo”, un medio de transporte que, una vez jubilado, se convertiría en el tema de uno de sus libros.

Tuve la suerte de ser uno de sus alumnos en 4.º de E.G.B., gracias a la decisión de mi tía, Consuelo Acevedo Real, quien decidió elegirlo mi maestro, ya que me había tocado otro. Recuerdo, con cariño, los lugares donde nos llevaba mi tía, en el “Seat 600”, tanto a mi hermana como a mí. Uno de esos sitios fue el Sacro Convento de Calatrava la Nueva, a los que íbamos junto con el cura don León, y donde ya veía a nuestro protagonista interesado por la historia recorriendo con profunda curiosidad, junto con su mujer, los caminos y muros de este monumento. Cada piedra, cada rincón, parecía contarle una historia que él escuchaba con atención, como si estuviera en una sala de clases sin tiempo ni espacio, aprendiendo directamente de los ecos del pasado. Su interés era palpable, y su pasión por la historia y la cultura de nuestro pueblo se reflejaba en cada paso que daba por aquellos sagrados corredores. Aún resuenan en mi memoria las palabras escritas por Juan José García cuando calificaba mis ejercicios. Cada trazo de su pluma, cada comentario y calificación, se han grabado en mi recuerdo como un eco persistente de aquellos días de aprendizaje. Su escritura, clara y precisa, era un reflejo de su dedicación y su pasión por la enseñanza. A día de hoy, cada vez que veo una calificación en un papel, no puedo evitar recordar su letra, sus palabras, y el impacto que tuvieron en mi formación. Recuerdo un día en particular que quedó grabado en mi memoria. Al llegar a clase a primera hora de la mañana, nos encontramos con una escena desoladora: alguien había entrado en el aula y había quemado los libros que había en la clase, pertenecientes a la biblioteca. El shock y la tristeza se apoderaron de nosotros, pero Juan José García, siempre el maestro, supo cómo manejar la situación. De los pocos libros que se salvaron del fuego, tuvo la consideración de repartirlos entre nosotros, los alumnos. A mí me entregó uno que aún conservo con cariño: ‘Grecia y sus hombres’, escrito por Heródoto. Ese gesto, esa capacidad para encontrar una lección incluso en los momentos más difíciles, es algo que siempre recordaré de él. El mes de noviembre de 1973 marcó un hito en la historia del colegio Ignacio de Loyola y de los que somos de la generación del 63, un nombre que aún resuena con orgullo en sus pasillos. Fue entonces cuando, gracias al esfuerzo y dedicación de Juan José García y otro estimado profesor, don Isidro, el colegio alcanzó un triunfo memorable en las pruebas de atletismo celebradas en Almagro. Aquel logro no fue solo un reflejo de la habilidad y el espíritu deportivo de los estudiantes, sino también del compromiso y la pasión de estos dos maestros, que supieron inculcar en sus alumnos el valor del esfuerzo y la perseverancia. Aún hoy, aquel triunfo resuena como un eco de los valores y el espíritu que don Juan José y don Isidro sembraron en el colegio Ignacio de Loyola. Es fascinante cómo la era digital nos permite viajar en el tiempo. Si buscas en Internet, puedes encontrar imágenes nostálgicas de cuando estos dos maestros impartían clases de gimnasia a los alumnos del colegio. Estas fotografías son un testimonio visual de su dedicación y su pasión por la enseñanza, capturando momentos inolvidables de nuestra infancia.

En los últimos años de su vida, Juan José García no solo continuó siendo un apasionado de la educación y la historia, sino que también se convirtió en un ávido lector y autor. Tuve el honor de recibir una llamada suya hace poco, en la que me dijo con entusiasmo que había comprado mi libro y que le había gustado mucho. Su aprecio por mi trabajo, viniendo de un maestro al que tanto respeto le tengo, fue un verdadero regalo. El 23 de abril del año pasado, en el Día del Libro, tuve el placer de ver a Juan José en la presentación de mi libro. Su presencia, siempre alentadora, añadió una alegría especial a la ocasión. Al final de mi exposición, se acercó para que le firmara mi libro. En ese momento, me dijo que estaba trabajando en un proyecto propio: junto con otros vecinos, estaba escribiendo una historia de su amado pueblo hasta el año 1936. Esta noticia no me sorprendió. Juan José siempre había sido un apasionado de la historia local, y su deseo de documentarla para las futuras generaciones era un testimonio de su amor por Calzada de Calatrava y su gente.

Además de ser un maestro y autor respetado, Juan José García también dedicó una parte importante de su vida al servicio público. Desde 1984 hasta 1991, tuvo el honor de servir como alcalde de Calzada de Calatrava. Era miembro del PSOE y, aunque su ideología política difería de la mía, hay que reconocer que su compromiso con nuestro pueblo y su deseo de mejorar la vida de sus habitantes eran innegables. Durante su mandato realizó varias iniciativas que dejaron una huella duradera en nuestro pueblo. Su liderazgo y visión ayudaron a impulsar el desarrollo y el progreso de Calzada de Calatrava, y su legado como alcalde sigue siendo evidente. También era un apasionado del fútbol. Casi todos los domingos, según me cuentan, se le podía ver en las gradas, animando al Salvatierra, nuestro equipo local. Su apoyo al club iba más allá de las palabras, siempre estaba dispuesto a ayudar en lo que pudiera, demostrando una vez más su compromiso con nuestra comunidad.

Aunque ya no está con nosotros, su legado perdura en sus alumnos, en sus escritos y en la rica historia de nuestro pueblo que ayudó a preservar. Hoy, recordamos a Juan José García no sólo como un maestro excepcional, sino también como un autor dedicado y un amigo querido. Su pasión por la educación, la historia y la literatura dejó una huella imborrable en todos los que tuvimos la suerte de conocerlo. Descanse en paz, Juan José García.

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