Tras el velo de Apolonia

Corpus Ruiz Fernández.

La tumba diseñada por Tomás Argüello, en el cementerio de Ciudad Real.
La tumba diseñada por Tomás Argüello, en el cementerio de Ciudad Real.

El 27 de febrero de 1887, Tomás Argüello nació en la ciudad de Valladolid, dentro de una familia burguesa y fue bautizado en la parroquia de San Andrés Apóstol. Desde su juventud, evidenció una predisposición natural por las artes plásticas, la cual desarrolló en la Escuela de Artes e Industrias de la ciudad del Pisuerga. Se destacó en su formación por sobresalir en escultura decorativa, historia del arte y dibujo artístico. Ya a los 17 años, él presentaba sus obras en concursos provinciales. En 1910, tuvo su primer encargo importante: restaurar la urna sepulcral de San Pedro Regalado en La Aguilera (Burgos). Esta obra le posibilitó evidenciar su habilidad técnica y su sensibilidad hacia el arte.

Argüello viajó a Roma en 1911 gracias a una pensión municipal; allí se educó en el Regio Instituto de Bellas Artes y visitó museos y ciudades del país italiano. La guerra le dificultó regresar a Italia al volver, y se instaló en Madrid, donde empezó a dar clases y siguió formándose. Se casó en 1915 con «Apolonia» Canales Zurro, pero su alegría duró poco: falleció al año siguiente, lo que dejó una huella importante en el escultor. La sepultura que Argüello le erigió a su mujer en el cementerio de Ciudad Real se volvió un trabajo representativo, con mucha ornamentación y simbolismo. Su estilo decorativo se manifestó también en otros trabajos religiosos que llevó a cabo en los años posteriores, como el Sagrado Corazón de Jesús para los jesuitas de Valladolid, dedicada al Padre Hoyos, esculpido en madera de álamo y alabastro, con incrustaciones de esmaltes, piedras multicolores y bronce. La Casa Mur mostró la escultura en sus vitrinas.

Durante su etapa en Ciudad Real, colaboró con el pintor Ángel Andrade en diversos proyectos religiosos y civiles —siendo Ángel Andrade hermano mayor de El Cristo de la Piedad, en 1919, esta efigie no tenía espaldas y Tomás Argüello completó el busto y reformó los brazos, siendo pintada por Andrade quien, asimismo, dibujó el año anterior el estandarte. En 1920, consiguió un puesto de profesor en Santiago de Compostela, aunque lo cambió por el de Baeza. En la calma de la ciudad jienense, allí preparó oposiciones para su mayor ambición: obtener una cátedra en Madrid. No obstante, la enfermedad interrumpió sus planes. En 1922, a la edad de solo 35 años, murió. Su obra se distribuyó entre Baeza, Ciudad Real y Valladolid. A pesar de que su trayectoria fue corta, marcó profundamente el arte escultórico español de inicios del siglo XX. Su estilo, marcado por la elegancia clásica y la sensibilidad decorativa, se vio condicionado por encargos religiosos y su dedicación docente, lo que limitó su desarrollo artístico independiente.

Más de cien años después de su fallecimiento, «Apolonia», su esposa, vuelve a tomar el lugar que le corresponde en la memoria colectiva de Ciudad Real. Su tumba, que fue hecha por su esposo con amor y arte, ha sido salvada del olvido y restaurada cuidadosamente por el Ayuntamiento de Ciudad Real, recuperando la dignidad que el tiempo y el descuido le habían quitado. No obstante, más allá del ornamento y la piedra, «Apolonia» es un misterio que aún late entre las rendijas de su sepulcro. A continuación, exploraremos su historia y su luz recuperada. Porque para comprender la obra, hay que mirar de frente a la musa.

En octubre de 1916, Ciudad Real se levantó con la noticia que nadie deseaba leer. El diario El Pueblo Manchego, en su edición del 9 de octubre, advertía solemnemente: «La esposa de nuestro querido amigo Don Tomás Argüello está enferma y necesita cuidados«. La inquietud se propagó entre los grupos de maestros y de cultura de la ciudad. La joven «Apolonia» Canales Zurro, educada y apreciada, batallaba contra una fiebre que persistía. Algunos días después, el periódico hizo pública su muerte. Tuvo lugar en su casa, ubicada en la calle de la Estación, a las ocho de la mañana del día de la Virgen del Pilar, debido a una seria infección intestinal. Tenía solo 22 años. La ciudad entera se estremeció. Un jornalero y vecino de Ciudad Real, Melitón Serrano, dio parte de este hecho al Registro Civil en estos términos: «era hija de Felipe y María, naturales de Valladolid, la segunda difunta, que estaba casada con Tomás Argüello, natural de Valladolid y vecino de esta ciudad y de cuyo matrimonio no deja hijos, ignorando las demás circunstancias y que dicho cadáver ha de ser enterrado en el cementerio de esta ciudad”. Fueron testigos de la inscripción de este fallecimiento en el Registro Civil Anastasio Serna Pasamontes —profesor de gimnasia— y Bartolomé Simón Pedraza. El entierro se celebró el viernes 13 de octubre. Fue un cortejo solemne, acompañado por profesores, artistas, vecinos y autoridades. “Numerosas representaciones de todas las clases sociales”, decía la crónica, “despidieron a la que fue en vida digna y virtuosa esposa del culto profesor”. Tomás Argüello, devastado, recibió el pésame de decenas de personalidades. Su casa se convirtió en un santuario de duelo. Pero el escultor, fiel a su vocación, transformó el dolor en arte, comenzando a diseñar el sepulcro de “Apolonia”, no como un monumento fúnebre, sino como un testimonio de amor eterno. La piedra se convirtió en confesión, en plegaria, en refugio. La tumba, ubicada en el cementerio católico de Ciudad Real, es una obra de profunda sensibilidad. La figura femenina, tallada con delicadeza, parece dormida en paz, rodeada de símbolos que evocan la esperanza y la trascendencia. No hay dramatismo, solo recogimiento. Es el lenguaje del alma que ha amado y ha perdido. Este capítulo de la vida de Tomás Argüello no se encuentra en los manuales de arte, pero vive en cada grieta, en cada flor esculpida, en cada sombra que proyecta la escultura al caer la tarde. Porque el arte, cuando nace del duelo, no busca la gloria: busca consuelo.

Partida de bautismo de Polonia Canales Zurro.
Partida de bautismo de Polonia Canales Zurro

La historia de “Apolonia” Canales, como es conocida en Ciudad Real, se completa ahora con documentos inéditos que revelan su verdadero nombre y origen. En realidad, se llamaba Polonia Canales Zurro, nacida el 9 de febrero de 1894, a las seis de la tarde, en la calle Peña de Francia, número 15, de Valladolid. Fue bautizada el 19 de febrero en la iglesia de San Pedro Apóstol por el licenciado Severiano Carrión Martín, autor del libro La vida de Santa Teresa de Jesús para uso del pueblo. Sus padres eran Felipe Canales Pérez, natural de Valladolid, y María Zurro González, natural de Ciguñuela. Sus abuelos paternos fueron Pablo, de Grajal de Campos (León), y Prima, de Valladolid; los maternos, Mariano y Pascuala, de Ciguñuela y Valladolid respectivamente. Los padrinos fueron Remigio Arroyo y Dolores González. Por otro lado, su matrimonio con Tomás Argüello se celebró el miércoles 29 de septiembre de 1915 en la parroquia de La Magdalena de Valladolid. Fue una unión breve, pero intensa, que dejó una huella indeleble en la vida del escultor y en la memoria artística de Ciudad Real. Hoy, al recuperar su nombre verdadero, Polonia, la historia se cierra con justicia. La musa vuelve a ser mujer, con identidad, con raíces, con voz. Y en la piedra que la recuerda, ya no hay sombra: hay luz.

Epílogo: La controversia del nombre
En el transcurso de la investigación sobre la figura de Polonia Canales Zurro, ha surgido una curiosa discrepancia documental que merece ser mencionada. Mientras que los registros eclesiásticos —incluyendo el acta de bautismo y el acta matrimonial en la parroquia de La Magdalena de Valladolid— la identifican claramente como Polonia, algunos documentos civiles, como el parte de defunción registrado en el Registro Civil y otros documentos del Ayuntamiento de Valladolid, la nombran como Apolonia.

La causa de esta confusión podría deberse a un error de transcripción en el Registro Civil o a una interpretación fonética del nombre, ya que “Polonia” y “Apolonia” son nombres similares y, en ocasiones, intercambiables en el uso popular de la época. No obstante, según mi opinión, los documentos eclesiásticos, que suelen ser más precisos en la identificación personal, confirman que su nombre verdadero era Polonia Canales Zurro. Así lo atestigua su partida de bautismo del 19 de febrero de 1894, conservada en la parroquia de San Pedro Apóstol de Valladolid.

Este detalle, aparentemente menor, cobra relevancia al momento de reconstruir con fidelidad la memoria de una mujer que fue musa, esposa y figura central en la obra de Tomás Argüello. Recuperar su nombre auténtico no es sólo un acto de precisión histórica, sino también un gesto de respeto hacia su identidad. Hoy, al nombrarla correctamente, la historia le devuelve su voz, aunque lo legalmente válido sería como aparece en el Registro Civil.

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