La casa del cortijo de la Obra

Reconstrucción del croquis de la casa del cortijo de la Obra, a finales del siglo XVIII (1796).

Una encomienda era una serie de propiedades y rentas dadas por el maestre de una Orden Militar a un caballero profeso que, a partir de ese instante, recibía el nombre de comendador. Éste debía encargarse de explotar las tierras, el ganado y de otras actividades complementarias con el fin de obtener unos beneficios que iban destinados a mantener la propia encomienda y al maestre de la orden. El comendador la recibía en usufructo -quedando obligado a inventariar los bienes recibidos y conservar en perfecto estado las fincas y sus edificios- y volvía a ser entregada a otro nuevo comendador al producirse su vacante. Con la llegada de los Reyes Católicos ya no fue necesario ser caballero profeso de la Orden para poder disfrutar de una encomienda, ni estar cualificado para poder serlo y, a partir del siglo XVII, la mayoría de ellas quedaron gravadas por pensiones otorgadas a personas distinguidas por sus servicios o a miembros de la nobleza, siendo los militares la mayor parte de los pensionistas sobre encomiendas, aumentando su número en gran medida en los siglos XVIII y XIX. La abolición definitiva del régimen señorial se llevó a cabo en plena Guerra Carlista durante la regencia de María Cristina de Borbón, en 1837, convirtiendo las antiguas tierras de señorío en propiedad privada y suscitando muchos litigios entre pueblos o particulares y antiguos señores.

Cuando el conde del Asalto, título concedido por Carlos III, dejó disponible la encomienda de la Obrería de la Orden de Calatrava, el rey Carlos IV se la otorgó a Francisca María Dávila Carrillo de Albornoz -que fue nombrada condesa de Truillas en agradecimiento por la victoria de su marido, el general Antonio Ricardos Carrillo de Albornoz, contra los franceses en la batalla de Truillás en septiembre de 1793- para que gozara de sus frutos y rentas por el tiempo de veinte años, contados a partir del 10 de octubre de 1793. Durante el tiempo de concesión, el administrador de la encomienda estaba obligado, ante el Gobernador de Almagro, a hacer una descripción de las rentas y derechos de la encomienda, reconocer los reparos necesarios de sus casas y edificios y una identificación, apeo, deslinde y amojonamiento de las tierras y dehesas de pasto y labor. También debía de llevar a cabo una relación de las Iglesias parroquiales de las que la encomienda recibía diezmos (las de Villanueva de San Carlos, Argamasilla de Calatrava y Villamayor de Calatrava) añadiendo un inventario de sus alhajas y ornamentos más una declaración de lo que era necesario para el culto divino. El título de administrador recayó en Francisco Urbina Ortiz de Zárate, caballero de la Orden de Calatrava y dueño de la encomienda de Portezuelo.

La dehesa de la Obrería, situada en los términos de Villanueva de San Carlos y Puertollano y con una extensión de 12.413 fanegas, pertenecía a la encomienda de la Obrería y en ella se encontraban los quintos Pardillo, Gallinero, Trampas, Calera, Ensancha, Vallarroyuelo, Valconejero, Rincón, Obra -con 400 ovejas de parir, 200 corderas de un año, 50 cabras y 25 cabezas de ganado mayor-, Granero, Encinarejo, Físcar y el Quintillo: los cinco primero, de labor y explotados por el vecindario, pagaban un canon anual más los diezmos de granos y minucias de lo que en ellos se recolectaba -a excepción de los diezmos de ganado lanar y cabrío que correspondían a la Encomienda de Castellanos- y los restantes eran de pasto. El quinto del Rincón y el de la Obra tenían la carga de que el Sacro Convento de Calatrava tenía la facultad de pastarlos con 580 carneros todo el año. En el quinto de la Obra había una casa de morada, situada en la falda del Sacro Convento de Calatrava la Nueva, con dos huertas que eran regadas por el agua que manaba de una fuente: la más cercana a la casa estaba cercada y tenía 4 nogueras, 4 alcornoques, 12 membrillos y 6 guindos; la otra, sin vallar y un poco más alejada, tenía 1 nogal, 12 guindos, 2 granados, 3 melocotones, 12 membrillos, 2 manzanos y 1 higuera. Estos datos están sacados de los informes que se hicieron cuanto tomó posesión como administrador Francisco Urbina Ortiz de Zárate, siendo la usufructuaria la condesa de Truillas, que tuvo un papel muy activo en la atención a las presas de las tres cárceles de Madrid, a través de la Asociación de la Caridad.

Manuel Moreno –caballero de la Orden de Calatrava y gobernador político militar de la villa de Almagro y las de su partido-, asistido por Joaquín Bercebal –en representación de Francisco Urbina-, Pablo García –apoderado de los herederos del Conde del Asalto, su último poseedor-, Antonio López Tejedor –alcalde de Villanueva de San Carlos-, Francisco Mestanza, Antonio de Arrianza y los maestros de alamín, agrimensor, carpintero y peritos pasaron por el cortijo de la Obra a hacer un reconocimiento, una descripción y una mensura de su casa, su corral, su fuente y su huerta. Era el 12 de noviembre de 1796 y emitieron un informe que a continuación se indica.

La casa tenía su fachada principal mirando hacia el Este, donde se hallaba la puerta de entrada con tirantes adornados con clavos de hierro y de cabeza redonda. Sus dimensiones eran de nueve pies de alto por siete y medio de ancho, con su umbral de pino, cerradura y llave. A través de ella se accedía al portal, que estaba construido con mampostería de barro enlucido con cal y con una armadura de pares a un agua y media vara de distancia entre uno y otro. Sus dimensiones eran de veintidós varas y media de largo, cinco varas de fondo y tres varas de alto por la parte exterior y cuatro varas por la interior. A la derecha de la entrada había una división construida con los mismos materiales que el portal, con una puerta que daba acceso a unas pesebreras totalmente derruidas, quedando lo restante del portal como zaguán. Entrando por la citada puerta, al final se accedía a una mazmorra, cubierta de una bóveda hecha de piedra con mezcla de cal, enrasada interiormente y con una pendiente para que corrieran las aguas. Sus dimensiones eran de trece varas de largo, ocho de ancho y cuatro de alto en su mayor elevación.

Cruzando el zaguán, hacia la parte Sur, había un postigo por el que se accedía a una habitación cuyo pavimento estaba empedrado con guijarros, lo mismo que el zaguán. Su armadura era de cinco tijeras de pino, con costaneros del mismo material, cabrios y lata de monte para asegurar las tejas. En su fachada principal había una chimenea grande con dos poyos. Sus dimensiones eran de nueve varas y media de largo, cuatro de ancho y cinco de alto.

Saliendo de esta pieza al patio principal, a la izquierda siguiendo la línea del Mediodía, había una puerta, del mismo material y dimensiones que la de la entrada, que daba acceso a un cuarto de doce varas de largo, cuatro de ancho y cinco de alto. Construida como la anterior, tenía una armadura de seis tijeras y costaneros de pino cabrios y lata de monte, con una chimenea. Su pavimento estaba también empedrado y en el lado opuesto a la chimenea había una división, también de piedra y barro, que daba acceso a un cuarto de cuatro varas de largo por cuatro varas de ancho.

Junto a la anterior habitación, a mano izquierda y línea del Poniente, había un cuarto de dieciséis varas de largo, cuatro y tercia varas de ancho y cuatro varas de alto. Fabricada igual que las anteriores, tenía una armadura de nueve tijeras de pino, costaneros, cabrios y lata de monte. En la muralla exterior había contiguo un pajar de cinco varas de largo, cinco de ancho y dos de alto –con siete tirantes de pares a un agua y lata de monte. Inmediata a su entrada había una división, por la que se accede a través de una puerta con tirantes adornados con clavos de hierro, que servía de pajar y todo lo restante de cuadra.

En la línea del Norte se reconocía un cuarto de cuatro varias de ancho, siete y media de largo y tres y media de alto, con una puerta de quicio -que la aseguraba por medio de pernios y bisagras- y maderos de medio tirante. Su armadura era de tres tijeras, costaneros de pino y cabrios y lata de monte, con su pavimento empedrado.

Siguiendo la misma línea Norte, y contiguo a la anterior habitación, había otra con unas dimensiones de once varas de largo, cuatro con treinta y tres de ancho y tres de alto hasta el suelo cuadro, compuesto de veinte tirantes entablados. De mampostería de barro revocada de cal, con una puerta como las anteriormente citadas –con su cerradura y lleve. Pavimento de cal y guijo. En el ángulo que miraba al Este había una escalare por la que se accedía a una cámara con las mismas dimensiones que la habitación, de dos varas y cuarta de alto hasta su armadura, que se componía de siete tijeras de pino, costaneros, cabrios y lata de monte. Al final donde terminaba el tramo de la escalera se encontraba una puerta clavadiza y hoja de medio tirante.

Contiguo a la estancia anteriormente descrita, por la parte que da al Norte, había un corral cercado de mampostería de piedra y barro; con una puerta al campo con postigo clavadizo, cerradura y llave. Su superficie era de 260 varas, sin incluir las 924 que ocupaban las habitaciones y el patio de la casa descrita.  

Frente a la puerta principal de la casa, y a una distancia de siete varas, se registraba un horno usado, sobre todo, para cocer pan y de regular cabida. Frente a la línea del Mediodía de la casa se encontraba la cerca de la huerta, fabricada de canto y barro y con una circunferencia de 350 varas lineales, con una puerta entre el Poniente y el Norte –fabricada de quicio de medio tirante, con cinco maderos y seis tablas adornados con clavos de cabeza redonda.

La fuente -situada en el ángulo de la casa que mira al Saliente, bajando hacia el Mediodía- estaba a una distancia de cuarenta pasos de la vivienda, cercada de cuatro fachadas de mampostería y cal y cubierta con una bóveda de ladrillo -revistada, por encima, con guijo y mezcla de cal y con pendiente en todos sus muros para la corriente de las aguas. De cuatro pies de elevación, en la pared del Mediodía había dos caños de hierro por el que salía el agua, que iba a  para a un estanque pequeño subterráneo. En la pared que miraba al Poniente estaba el desaguadero, por donde salía el agua con la que se regaban la huerta cercada, otra que había sin tapiar y parte de su terreno contiguo.

Concluido el reconocimiento y descripción de la casa, el corral, el horno, la cerca de la huerta y la fuente, observaron que todo ello necesitaba de bastantes reformas. Pero las reformas que se llevaron a cabo, se verá en un próximo artículo.

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