La apertura del instituto: una revolución en la Calzada de los años 70

Eduardo Rodríguez Espinosa, primer director del Instituto «Eduardo Valencia».

Eduardo Rodríguez Espinosa
Eduardo Rodríguez Espinosa, primer director del Instituto «Eduardo Valencia» de Calzada de Calatrava. Fue diputado por el Partido Popular en el Congreso. Doctor en Filosofía y Letras, catedrático de bachillerato y profesor de la Universidad. Ya está jubilado y es miembro de número del Instituto de Estudios Manchegos (CSIC) y de la Comisión Provincial de Monumentos (Real Academia de San Fernando). Foto de la Tribuna de Ciudad Real.

Con motivo de la celebración del 50.º Aniversario del Instituto «Eduardo Valencia», este blog publica un artículo del que fue su primer director. Ha sido posible gracias a la intermediación de mi amigo Joaquín Muñoz Coronel, escritor y periodista especializado en el estudio de la riqueza y variedad gastronómicas y uno de los principales divulgadores del patrimonio gastronómico y de la información turística de Castilla-La Mancha.

El decreto de creación y apertura del Instituto Nacional de Enseñanza Media de Calzada fue una sorpresa para casi todos. Ni siquiera la Delegación Provincial de Educación del Ministerio  tenía ninguna noticia de ello hasta que no lo vio publicado en el BOE. Así me lo manifestó personalmente su titular de entonces (D. José Luis Rivas) en su despacho quien, a su vez, me encomendó que viajase a Calzada con el fin de averiguar algo sobre el particular. La opinión que me formé, después de hablar con distintas personas, es que había sido obra de D. León Caballero de León -calzadeño que, a la sazón, era coadjutor de la parroquia de El Salvador y Conservador del Sacro Convento de Calatrava- quien tenía algunos contactos importantes en Madrid.

El significado y el “escandalo” de la erección de este nuevo instituto en la provincia se debía, sobre todo, a dos razones: Calzada era un pueblo muy pequeño (6.300 hab.) comparado con los que, a la sazón, tenían instituto (Alcázar, Almadén, Ciudad Real, Puertollano, Valdepeñas y pocos más) y, consiguientemente, se preveía que tendría dificultades para abastecerlo de estudiantes, cosa que así ocurrió; este Instituto se había creado sin participación de los organismos oficiales de la provincia como un “atraco a mano armada” o, lo que es igual, una verdadera revolución/cacicada.

No menos llamativo y “revolucionario” era que, de buenas a primeras, viniesen a vivir en un pueblo plenamente rural, como era Calzada entonces, una quincena de personas con formación universitaria, acostumbradas a vivir en ciudades y con costumbres y hábitos muy diferentes a los de la localidad. Convivencia que dio lugar a mas de una comidilla del pueblo. 

La apertura del Instituto supuso, también, un cambio radical de la estructura educativa del pueblo. Hasta ese momento los centros educativos del mismo eran las “escuelas”, en las que se impartía lo que hoy conocemos como Educación Primaria a cargo de los maestros; y una academia privada, cuya propiedad y dirección correspondía a Dª Mary López Hocajada, en la que se preparaban aquellos alumnos que querían/podían estudiar Bachillerato y se examinaban como alumnos libres en el Instituto de Ciudad Real. Tanto la directora/propietaria de la misma, que era licenciada, como algunos de los maestros que no lo eran pero tenían la titulación adecuada para impartir ciertas enseñanzas, se incorporaron al claustro de profesores del Instituto. En consonancia con estos cambios, los alumnos de la academia y los procedentes de otros pueblos vecinos, se matricularon en el Instituto que, por entonces, tenía una falta de alumnos peligrosa: había que llegar a los 200, si mal no recuerdo, según la legislación vigente y se lograban con mucha dificultad.

Las ideas y la mentalidad del pueblo también comenzaron a cambiar con motivo de la apertura del Instituto desde el que procuramos potenciarla, entre otros medios,ese cambio. En esta línea y con motivo de los actos académicos del Instituto (apertura y clausura de curso, fiesta de Santo Tomás de Aquino) nos visitaron para participar en ellos personas destacadas del ámbito cultural. Quiero recordar, entre ellas, a D. Tomás García de la Santa, a la sazón catedrático de Latín del Instituto Nacional de Enseñanza Media (INEM) “Zorrilla” de Valladolid y antes y durante muchos años, director del INEM “Fray Andrés” de Puertollano que había sido profesor mío y del visitante que mencionaré seguidamente; a don Rafael Rojo Urrutia, fiscal jefe de la Audiencia Provincial; o al propio delegado del Ministerio, D. Marciano Cuesta Polo.

En esta línea de traer personas destacadas recuerdo con especial cariño a mi amigo y compañero D. Carlos Díaz Hernández, a la sazón catedrático de Filosofía en el IEM “Santamarca” de Madrid y uno de los más jóvenes de España, por no hablar de sus publicaciones que producía en “cantidades industriales”.  Carlos y yo habíamos estudiado en el citado Instituto “Fray Andrés” de Puertollano y habíamos tenido como profesor de Latín al mencionado D. Tomás García de la Santa, con la particularidad de que éramos los dos únicos varones del grupo de “letras” de nuestra promoción en el centro. Al terminar el bachillerato y el PREU, él se fue a la Universidad de Salamanca  y yo a la de Madrid, manteniendo, sin embargo, correspondencia escrita durante esos años. Carlos siempre había sido, durante nuestros años de Bachillerato, un alumno brillante que, además, era simpático, abierto y “moderno” -siempre estaba cantando canciones de Paul Anka, el autor de moda-. Por ello cuando necesité personas destacadas pensé inmediatamente en él, quien, con toda disponibilidad, accedió gustoso dando ocasión al reencuentro personal y con otros compañeros del Instituto de Puertollano (aunque del grupo de Ciencias) que, a la sazón, eran profesores del Instituto. Recuerdo una anécdota de su paso por Calzada: durante su disertación, de la que no recuerdo ahora el tema, en el acto académico, debió tocar en ella algún punto “rompedor”  -como ha hecho siempre Carlos-, y el teniente de la Guardia Civil, que me acompañaba en la presidencia del acto, me “exigía” que cortase al conferenciante por lo improcedente de sus palabras. Como es lógico no hice caso a su petición y de esta forma, mi amigo Carlos, contribuyó a la “revolución generada por el Instituto” en Calzada ya que fueron muchos profesores los que se “edificaron” con sus propuestas, según me comentaron después.

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