Los acólitos del Sacro Convento de Calatrava la Nueva

Interior de la Iglesia del Sacro Covento. Foto de José Antonio Alcázar.

Interior de la Iglesia del Sacro Covento de Calatrava la Nueva. Foto de José Antonio Alcázar.

El acólito es un ministerio de la Iglesia católica cuyo oficio es cuidar del servicio del altar y de ayudar al diácono y al sacerdote en las acciones litúrgicas, especialmente en la celebración de la misa. En el Sacro Convento de Calatrava la Nueva había dos acólitos para llevar a cabo todas estas funciones, acólito primero y el acólito segundo, cada uno con unas funciones determinadas.

Cuando se decía la peroración et fámulos tuos (1), el acólito primero colocaba el atril para leer la epístola y se volvía a la primera silla del coro bajo, donde estaba hasta que el coro dejaba de cantar. Acabada la epístola, mudaba el facistol (2), pasando por detrás del altar, al lado del evangelio, lo vestía con el paño, que estaba en el sepulcro del infante D. Alfonso de Molina, para cantarlo y se colocaba en la primera silla de aquel coro vuelto al altar mientras se cantaba el evangelio.

(1) Et fámulos tuos es una peroración que se dice al final de la primera oración o de la última oración de la misa.

(2) El facistol es un atril grande en que se ponen el libro o libros para cantar en la iglesia y que, en el caso del que sirve para el coro, suele tener cuatro caras que permiten colocar varios volúmenes.

El coro del Sacro Convento de Calatrava la Nueva tenía sillería alta (coro alto) y sillería baja (coro bajo) y comenzaba en las dos primeras columnas o postes respecto de la puerta de la Estrella, cerrando por ambos lados la nave mayor, y llegaba hasta la Capilla Mayor.

Las sillas altas y bajas, a un lado y a otro, eran dieciocho, más seis que miraban al altar mayor y hacían frente a todo el coro. En medio de estas seis sillas había una puerta con una reja de hierro que salía al trascoro y por ella sólo entraba el prior, el administrador y el subprior del convento. Las sillas restantes de las seis podían ser usadas por las dignidades de la Orden de Calatrava y en ellas se sentaban los religiosos ancianos más antiguos. Las sillas altas la usaban los religiosos ancianos y las sillas bajas los religiosos novicios.

Coro del convento dominico de Santo Domingo de Guzmán, en Ocaña, con sillería baja y alta.

Coro del convento dominico de Santo Domingo de Guzmán, en Ocaña, con sillería baja y alta.

Terminado el evangelio quitaba el facistol y le ponía el almaical (3) al subdiácono. Continuaba dando las vinajeras, quitaba el atril y el misal del altar para incensar, traía el agua con la que el sacerdote se lavaba las manos y se volvía al coro, haciendo las genuflexiones e inclinaciones debidas.

(3) Almaical es una banda usada para dar la paz y sostener el subdiácono la patena en las misas mayores.

Cuando se decía vere dignum (4), el acólito primero y segundo, o el que les sigue si el segundo estaba ocupado con el incensario, se levantaban de sus asientos y, bajando la portezuela del coro y con las hachas, hacían inclinación al coro colocándose el del incensario en medio, en el caso de que lo hubiera habido aquel día. En la gradilla del altar hacían una inclinación, una genuflexión en la grada del presbiterio y una inclinación en los lados del altar y entraban y encendían las hachas. Salían y volvían a los lados del altar, haciendo otra inclinación alzando al mismo tiempo las hachas. En la grada del presbiterio se hincaban de rodillas, haciendo la misma ceremonia. Cuando se decía Sanctus tocaban las campanillas, habiendo cada uno sacado la suya, si fuera fiesta de capas, y si no bastaba sacar una el acólito primero.

(4) Vere dignum es como comienza el prefacio de los domingos: en verdad es justo y necesario…

Al decir Oremus praeceptis (5) se los acólitos se levantaban haciendo una nueva genuflexión y alzaban las hachas y repetían esta ceremonia con inclinación a los lados del altar. Colocándose detrás de él para dar la paz al coro.

(5) Oremus praeceptis: así comienza la primera oración preparatoria para la comunión, el Padre Nuestro.

Cuando se decía et fámulos tuos en la última oración el acólito primero tocaba a sexta o nona, dando nueve campanadas, daba los bonetes, apagaba las velas del altar y cerraba la Iglesia. Después se dirigía a la capilla de los maitines a echar agua bendita sobre los sepulcros y a rezar un responso general por los difuntos con las siguientes oraciones: deus cui proprium est, omnipotens y fidelium por ser obligación del Sacro Convento ya que el capitán Mosén Mudarra dotó de trescientos maravedís para ello, así como para que no faltara agua bendita en la capilla de los maitines. Esto último estaba encomendado al servidor de la Iglesia.

Cuando el preste –sacerdote que presidía la misa– decía Pax Domini, la paz se daba todos los días -excepto en las misas de réquiem y de Jueves y Sábado Santo- de la siguiente manera:

  1. Los acólitos salían de detrás del altar, cada uno con su almaical y un portapaz, para situarse en la grada del presbiterio haciendo genuflexión, al mismo tiempo que el preste, en el altar y recibían la paz del subdiácono tocando a sus portapaces.
  2. El subdiácono recibía la paz del diácono abrazándolo a la misma vez que le daba un portapaz que estaba ya preparado en el altar.
  3. El subdiácono y los dos acólitos –primero y segundo- hacían genuflexión ante el altar e iban al coro con el subdiácono, que se colocaba en medio de los otros dos.
  4. Ya en el coro, el subdiácono daba la paz al prior o subprior, si éste presidía el Sacro Convento, y los acólitos a los del coro alto y luego a los del coro bajo, después de que se hubiera dado la paz al prelado o presidente del coro y al subprior cuando se la daba a los religiosos ancianos.
  5. Dada la paz, subprior y acólitos volvían juntos al altar.

Si en el coro no había prior o subprior presidente del Sacro Convento, el subdiácono no subía a dar la paz al coro sino que sólo subían los dos acólitos. Cuando llegaban a la gradilla del presbiterio hacían genuflexión y pasaban detrás del altar, haciendo inclinación a los dos lados de él, y volvían a salir haciendo la mima inclinación y genuflexión en la grada del presbiterio. Cuando llegaban a la gradilla del coro se volvían al altar haciendo una inclinación en él y otra a sí mismos. En la portezuela del coro hacían otra inclinación y otra más al presidente cuando llegaban a su asiento.

La paz se daba y recibía de la siguiente forma:

  1. El subdiácono daba la paz al prior o superior presidente del Sacro Convento y un acólito al subprior.
  2. Después, los dos acólitos se la daban a los religiosos de los coros altos y luego a los religiosos de los dos coros bajos.

El que daba la paz no hacía inclinación a nadie, ni al prelado, aunque después sí y a él se la hacía el que la hubiera recibido, sino eran los prelados. Si había caperos en el coro, se daba primero la paz al prior, luego a éstos, después al subprior y por último a los de los coros. Si no había prior, se daba la paz primero al subprior presidente del coro, se seguía con los caperos y, por último, a los religiosos de los dos coros. Si no había prior ni subprior se daba primero a los caperos y luego a los religiosos de los coros.

Bibliografía:

  • Regla de San Benito.
  • Formularios para hacer pruebas de los hábitos para las Órdenes de Alcántara, Calatrava y Santiago.
  • Definiciones de la Orden de Calatrava, año de 1652.
  • Copia de las escrituras de la Orden de Calatrava.
  • Las Institución, definiciones y actos capitulares de la ínclita caballería de la Orden de Calatrava (Toledo, 1552).
  • Ceremonial Monástico para los que siguen la Regla de San Benito, concedido por Pablo V.
  • Ceremonial cisterciense.
  • Descripción del sacro convento y castillo de Calatrava la Nueva, colección de Salazar y Castro. Biblioteca de la Real Academia de la Historia.

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