En el año 1579 se fundó en la ciudad de Consuegra –cabeza del priorato de San Juan- el convento de San Pedro de la Vega (1) y se trajeron, para ello, unas reliquias de unos santos mártires de Roma, con bula de Pio V, que fueron muy veneradas en un cofre de plata. El monasterio estaba situado a un tiro de arcabuz [1/8 de legua, aproximadamente].
(1) El convento de San Pedro de la Vega estuvo ubicado al final de la actual calle Santas Justa y Rufina. No queda ningún resto visible en la actualidad, aunque posiblemente puedan encontrarse restos arqueológicos bajo los solares donde en tiempo pasado estuvo el convento. Con el tiempo, a este convento también se le adosó una fábrica de sayales para franciscano.
Los frailes franciscanos descalzos, antes de comenzar la construcción de este convento, residieron en otro situado junto al camino de Urda (2) y, mientras se acababa su construcción vivían en una ermita, que llaman de la Vera Cruz y situada a una legua del nuevo inmueble que se estaba construyendo.
(2) Ubicado junto al camino de Urda, se le denominó el «Monasterio», hoy no se puede precisar donde se encontró exactamente ya que no quedan restos del mismo. No permanecieron los frailes muchos años en este edificio ya que según las crónicas era frío y poco agradable para residir en él por lo que la comunidad se trasladó a una casa cedida por un vecino y cercana a la ermita del Cristo de la Vera Cruz. Poco después la familia Díaz de Linares y Toledo levantaría la nueva fundación franciscana en Consuegra: el convento de San Pedro de la Vega.
El Padre Provincial decidió enviar más religiosos para que predicaran el espíritu de San Francisco y de San Pedro de Alcántara. Entre los que eligió uno de ellos fue fray Jorge de la Calzada que, aunque no llevaba muchos años de profesión, cumplía muy bien la observancia de la Santa Regla y ejercía muy bien las virtudes de la orden de los franciscanos descalzos. Con el paso del tiempo, debido a las condiciones del convento de Consuegra, tuvieron los religiosos que mudarse a Madridejos.
Estaba viviendo, fray Jorge, en la ermita de la Vera Cruz cuando un día de Pentecostés hubo una gran tormenta con mucho granizo que atemorizó a todo el pueblo. Los religiosos tocaron a nublado para alejar la tormenta. En esta ocasión fue fray Jorge el encargado de hacerlo. Estaba tocando la campana de la ermita cuando vio que el Demonio se descolgaba por la cuerda de la campana y caía a sus pies. Fray Jorge le dijo: “¿A qué vienes tú aquí?”; a lo que el Demonio respondió: “Traigo orden de Dios para asolar este lugar con esta tempestad”. Jorge le replicó: “En nombre de Dios te mando que no te muevas de aquí”. Y, con mucha prisa, fe y devoción salió hacia el Santísimo Sacramento, se puso delante e hizo una fervorosa oración rogándole que no padecieran tantos inocentes de Consuegra por las culpas de los pecadores. Volvió hacia donde había dejado al demonio y le mandó con mucho ímpetu, espíritu y fortaleza que se llevase la tormenta a los montes y desiertos, donde no hiciese mal a ninguna cosa, pues así era la voluntad de Dios. El demonio se hizo caso al fraile y desapareció velozmente, al mismo tiempo que las nubes se alejaban hacia unas montañas, dejando a Consuegra libre de tormenta, aunque por donde pasó dejó huella, destrozando árboles y descomponiendo los más empinados riscos que parecía que aquella montaña se la iba a tragar la tierra.
Los del lugar quedaron atemorizados del suceso y dieron gracias a Dios por haberlos librado de tal peligro. Pasado algunos días tuvieron conocimiento de lo que habían valido las oraciones del Siervo de Dios, fray Jorge, para que la tormenta se desviase hacia los montes.
Con la nueva fundación del convento los vecinos de Consuegra esperaban tener mucho consuelo y deseaban ver a los religiosos dar ejemplo. Desde entonces comenzaron a tener un buen concepto de Fr. Jorge y le veneraron todo el tiempo que vivió en Consuegra, en alto grado, que hasta los niños iban tras él poniendo interés en los que les decía y dándolo a conocer a los demás.
“Son cuanto menos fabulosos los sucesos que ocurrieron en Consuegra durante la estancia del bueno de fray Jorge en nuestra población. Mezcla de fe, superstición, devoción… quien sabe qué parte de realidad y qué parte de invención hay en estas crónicas, pero lo que sí es cierto es que el pasado de Consuegra vuelve a sorprendernos y a dejarnos pensativos ante los hechos aquí relatados y ante tantos otros que quedan aún por desvelar”.
José García Cano, Círculo cultural consaburense.
Fuente: “Vida del penitente y venerable Siervo de Dios Fray Jorge de la Calzada”, de Cristóbal Ruiz Franco de Pedrosa.