Artículo de FÉLIX RUIZ, publicado en LANZA el 5 de abril de 1944.
No se conocen antecedentes de una manera fehaciente sobre la fundación de la actual Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad, más conocida por el nombre de la Hermandad de la Vera Cruz, en este pueblo, y una de las dos que sostienen el arraigo tradicional y encumbramiento de nuestra Semana Santa.
Se sabe positivamente que en el año 1719, con el apoyo general del pueblo, y por acuerdo conjunto del Cabildo Capitular de la villa y Clero Parroquial, siendo a la sazón cura rector de la Parroquia de ésta don Ambrosio Jirón y de Rivera, del hábito de Calatrava, se reedificó extramuros de la Villa una ermita destinada al culto de la Santísima Virgen, en su advocación de Nuestra Señora de la Soledad, a cuyo recinto fue posteriormente agregada la edificación que habitó la Comunidad de Franciscanos Capuchinos que existió en este pueblo.
Parece lo más cierto que el impulso de gran fiesta religiosa en nuestro pueblo, de la Semana Santa, arranca de las celebradas durante la residencia de los religiosos Capuchinos, a quienes se debe la fundación de la Esclavitud de la Virgen de la Soledad, hermandad de esclavas que, como sección femenina, forma parte hoy de esta hermosa Cofradía.
Se ha venido relatando como tradición que el primitivo objetivo de la actual hermandad lo constituyó el honrar y venerar la Cruz de mayo. De esta veneración gloriosa procede la invocación de “Vera Cruz” que la Cofradía tiene como nombre, existiendo aún una sencilla Cruz de madera que, con un sudario adscrito a la misma, se manifestaba procesionalmente en el día tres de Mayo, con la mayor solemnidad por las principales calles del pueblo, hecho que aún recuerdan los naturales de ésta, de edad algo avanzada.
Organizada por los desaparecidos Capuchinos la exaltación en forma popular de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo, a cuyo efecto establecieron el recuerdo de la oración de Getsemaní, en un patio del Convento que ocuparon, donde aún se celebra actualmente, empezó haciendo estación la hermandad de la Vera Cruz, como primera Cofradía de nuestra Semana Santa, juntamente con una especie de sección militar que vulgarmente denominaron “armados” y que concurrió siempre a nuestras procesiones de Pasión, simulando a los que a la indicación falsaria de Judas prendieron a Nuestro Señor Jesucristo, después de la Cena.
Como símbolo de pureza de los Cofrades establecieron el uso de túnica de color blanco, con capuchón o capillo alto y rostro tapado, túnica que no tiene confusión con la de igual formato que en la actualidad y en morado visten los “nazarenos” de la hermandad de Jesús, Cofradía constituida en época muy posterior, y que tiene como origen la propiedad particular de unos pasos de Jesús con la Cruz, y del Santo Sepulcro, que sus propietarios exhibían como tales en las procesiones del Viernes Santo, habiendo sido reglamentada, a consecuencia de una escisión, entre los componentes, en época ya contemporánea, gracias al entusiasmo y sacrifico de don Juan Serrano Torres.
Empiezan en este pueblo las fiestas de la Pasión, el jueves anterior a la conmemoración de los Dolores de la Santísima Virgen, en cuya fecha trasladan procesionalmente la imagen de la Santísima Virgen de la Soledad, desde el camarín de su ermita (hoy casi derruida) a la Parroquia, para formar parte del cortejo procesional del Jueves Santo, procesión primera de la Semana Mayor, a la que asiste toda la Cofradía de la Vera Cruz.
Tuvo extraordinario esplendor la dicha procesión del jueves de Dolores, en pasadas y lejanas épocas, aunque nunca igualó a la pujanza de sus fieles, con motivo de la procesión nocturna de viernes Santo, que recorriendo en interminables horas las principales calles de la población, constituye la verdadera expresión del título de su advocación, y el acto más fervoroso y de piedad de la Semana Santa calzadeña.
Asimismo, se ha perdido también, aunque en época recientísima, la costumbre de celebrar el cántico de la Salve a la Virgen, en su ermita, la noche precedente a su traslado a la Parroquia, acto que reunió siempre, en una compacta masa de fieles, a todo el pueblo calzadeño, que bajaba fervoroso a adorar a su Virgen.
Contaba siempre la Cofradía con un elegido coro de cantores, que, durante la noche prorrumpían en innumerables “saetas”.
Los pasos de la Cofradía, magníficas expresiones de arte español, de imagineros de varias épocas, más o menos lejanas, fueron totalmente destruidos por la barbarie, en los días aciagos de mayor furor revolucionario.
Digna de todo encomio y verdaderamente loable ha sido también la labor desarrollada por las directivas de la Cofradía en la etapa posterior a la guerra de liberación española, y árdua la empresa acometida, si bien su resultado, superando todas las dificultades y a costa de grandes sacrificios es altamente meritoria. Se ha reconstruido totalmente la Cofradía, que actualmente cuenta un número de más de 450 penitentes, de los que desfilan luciendo orgullosos su alba y limpia túnica de pureza, en los días más santos del año, la casi totalidad. Ha sido reproducido con la ayuda económica de la Corporación Municipal y por obra de un imaginero valenciano, relevante artista contemporáneo, el “paso” de Salcillo, “La Oración del Huerto” el que sustituye con ventaja artística, ya que no con mérito histórico, al desaparecido “Jesús Orando”, habiéndose adquirido igualmente un “paso” de “Jesús atado a la Columna” que ocupa en las tradicionales procesiones al puesto de la magnífica composición alegórica (sin duda alguna le mejor obra destruida por la horda en nuestra ciudad) del “paso” de “Jesús Prendido”.
Esperamos de nuestro flamante hermano Mayor, don Álvaro Castillo Arévalo, inteligente y activo industrial de la localidad, que su paso por la hermandad al frente de la misma, corone con su esfuerzo la terminación de este nuevo “paso” en nuestro Jueves Santo.
En cuanto a la Virgen de nuestra mayor devoción, hemos de hacer constar que si el anhelo y sacrificio de nuestra Cofradía se ha visto culminado en la reproducción de una nueva imagen, nos es aún de mucha más alegría la de ver extendido al Cielo, en la soledad de la noche de nuestro Viernes Mayor, el estrellado manto que siempre fue un orgullo de Calzada, que luciera nuestra Madre, en el luto y abandono de su Crucificado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo.
Una innovación presentará esta año la Cofradía en sus desfiles procesionales nocturnos, por las calles de la ciudad; consecuencia obligada de las circunstancias generales actuales. El cambio del típico cirio de cera, de los penitentes, que lucirán velas eléctricas, esperando con gran interés el efecto del nuevo cambio, como también con el natural de todos los años, los vecinos calzadeños esperan sus mayores fiestas.
FÉLIX RUIZ