Esta villa, mimada por la naturaleza con la lozanía y fertilidad de su suelo, había sido también favorecida por el Todopoderoso, dándola ciudadanos cuyo corazón era tierra abonada para hermoso pensil de las rosas de todas las virtudes, ya que, no contentos con el pasto espiritual que les proporcionaba el celo de los cuatro virtuosos sacerdotes que regentaban sus iglesias, de los cuales sólo dos eran sacerdotes, pedían nuevos operarios para tan buena viña del Señor.
Así, el 16 de enero del año 1719, doña Beatriz Carrillo, vecina de Calzada, otorgó testamento, consignando en él que el remanente de todos sus bienes había de emplearse en construir un Convento de Capuchinos junto a la ermita de Nuestra Señora de la Soledad, para socorro y alivio de las necesidades espirituales de los vecinos de la villa. Murió esta señora, y el Guardián de Villarrubia, a quien llamaron para hacer el inventario de los bienes, viendo que el caudal no era suficiente para fabricar el Convento, pues excedía muy poco de 4.000 ducados, hizo presente a los vecinos que, en caso de admitir la Provincia dicha fundación, habían de dar ellos lo que hiciese falta, proposición que aceptaron gustosos, por ser grandes sus deseos de tener Convento de Capuchinos, y no tener más que cuatro Sacerdotes para más de 600 vecinos que componían la villa.
Poco tiempo después, aceptada ya la fundación por la Provincia (26-IV-1721), el Pbro. D. Blas García del Pulgar se obligó a continuar la obra o a construir un Convento con todas las comodidades que son compatibles con nuestro humilde estado, o, en frase mejor, según consta en la escritura, «a darlo completamente acabado».