Corría el año 1922 cuando al final se pudo comenzar la ampliación y reforma del templo parroquial, que era uno de los objetivos del pueblo desde que en febrero de 1838, como consecuencia de la primera Guerra Carlista, quemaran la Iglesia de la Virgen de Nuestra Señora del Valle, situada en lo que hoy es el Cuartel de la Guardia Civil. Las gestiones las llevó a cabo el que en esos momentos era el cura párroco D. Juan Moreno Costoso, que era presidente de la Comisión encargada de cumplir el añorado objetivo.
El párroco consiguió visitar a personas importantes, como los marqueses de Borghetto y Huetor –Senador y Diputado a Cortes por Ciudad Real y propietario de la finca de Sacristanía-, consiguiendo considerables donativos. El ayuntamiento también puso su granito de arena con 5.000 pesetas. La Comisión también lanzó un manifiesto para concienciar a la gente de lo necesario que era esa ampliación y para que aportara su donativo.
Otro de los proyectos que se empezaron ese mismo año fue la construcción del actual parque, donde numerosos obreros trabajaron durante varios días en la limpieza del antiguo cementerio y la demolición de la Iglesia quemada. Incluso se llegó a lanzar una iniciativa de levantar un monumento, en el centro del parque, en memoria de los que dieron su vida por la Patria durante la Primera Guerra Carlista, y reanudar la interrumpida costumbre de celebrar solemnes funerales por todos los que con su sangre regaron el suelo de Calzada, cualquiera que fuera la causa que defendieron.
El manifiesto, bajo el título Calzada no tiene templo, fue el siguiente:
¡Calzada sin Parroquia! ¡No tenemos iglesia! Mil y mil veces hemos oído esta afirmación, y con profundo dolor nos hemos hecho eco de la misma. Este aserto no dice solamente que no se ha enfriado en nosotros los sentimientos religiosos, que con tanto fervor hicieron latir los generosos pechos de nuestros mayores, que supieron cristalizar sus ideas en el antiguo magnífico templo parroquial, cuyas ruinas no podíamos contemplar sin anegarnos en tristeza por la tragedia que nos recuerda, sino el vivo deseo que todos sentimos de terminar la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, convirtiendo su pequeña ermita en decoroso y amplio templo.
Es triste cosa que un pueblo, a quien Dios Nuestro Señor se complace en dotarle de condiciones inmejorables para su prosperidad y riqueza, ofrezca por palacio al Autor de sus grandezas una pobre y miserable ermita.
Desgarra el alma contemplar a la Virgen de nuestros amores, cuya devoción nos hicieron sentir nuestras madres antes que nuestros labios supieran balbucir su bendito nombre, colocada en pobrísima hornacina.
Es en extremo triste y desconsolador, que ese templo, testigo de nuestras mayores y más santas emociones de dolor y alegría, en el que se elevan al cielo fervientes preces, a fin de que brille la luz perpetua para nuestros antepasados, y en el que se bendice vuestro matrimonio, en el que son lavados vuestros hijos de las inmundicias del pecado original, en las regeneradoras aguas del Bautismo, en el que se disipan las tinieblas de nuestra inteligencia con los fulgores que irradia el Evangelio, en el que encontramos paz y tranquilidad para nuestras conciencias mancilladas con horribles culpas, y en el que tantas veces hemos sentido las inefables delicias de la unión íntima con Cristo en la Sagrada Comunión, es muy triste y lamentable en efecto, que ese templo sea pobrísimo e insuficiente para cobijar bajo sus bóvedas siquiera a una quinta parte de los habitantes de Calzada: máxime siendo Calzada un pueblo rico y floreciente que cuenta con medios abundantes para levantar desde sus cimientos un templo parroquial, que fuera la admiración de la provincia por su majestad y grandeza.
Persuadidos que todos los hijos de Calzada abundan en los mismos sentimientos que nosotros, conceptuamos innecesario aducir mil razonamientos, que por otra parte tampoco ignoráis, para convencerlas dela imperiosa necesidad de ampliar y reformar la ermita de Ntra. Señora de los Remedios; pues, si no logramos el templo que corresponde al pueblo, que nos vio naces, dado su vecindario y florecimiento, a lo menos aumentaremos notablemente su capacidad y procuraremos embellecerlo y decorarlo convenientemente, pues que el afecto que debe latir en todo pecho cristiano hacia su Creador y Señor, nos impulsa irresistiblemente a procurar en su morada la mayor decencia, comodidades y ornato posibles.
Nos creemos con fuerzas suficientes para realizar nuestra empresa; no olvidamos que es obra en la que está interesada la mayor gloria de Dios, con cuyo auxilio decía el Apóstol que todo se puede; obra anhelada y largos años deseada por vosotros, y por vuestros mayores; y dada vuestra generosidad y entusiasmo religioso, jamás desmentido, esperamos que cooperéis a su realización con vuestro dinero y trabajo.
¡Arriba los corazones, hijos de Calzada!
Acordaos que en la omnipotencia mano de Dios está la salud y la enfermedad, la riqueza y la pobreza que una sola palabra le basta para que benéfica lluvia fecunde vuestros campos y multiplique vuestras cosechas, o siniestra plaga haga inútiles vuestros sudores y afanes. Demos todos elocuente prueba de generosidad, y procuremos legar a las generaciones venideras un monumento que inmortalice nuestra fe y nuestro nombre, y les diga cuánto puede una buena voluntad bien dirigida.
De vosotros solicitamos para el feliz éxito de esta empresa Oraciones, Dinero y Trabajo; y Dios Nuestro Señor, que desde la inconmensurable altura de los cielos todo lo observa, nos premiará con creces todos los dispendios y sacrificios hechos en su honor.
Juan Moreno Costoso, Párroco Presidente.- Bibaldo García, Alcalde, Vicepresidente.- Eloy del Forcallo, Tesorero.- Joaquín Maldonado, Caballero de Calatrava.- Ciriaco López, Vicepresidente de la Comisión Provincial.- Enrique Villalón y Eusebio Ciudad, Propietarios Vocales.
Calzada de Calatrava, Octubre de 1922.
Los donativos y ofrecimientos pueden hacerse al Sr. Tesorero de la Junta Administrativa de esta obra, D. Eloy Forcallo.