La parroquia de Nuestra Señora del Valle, en Calzada de Calatrava, quedó en ruinas tras el incendio que sufrió en la Primera Guerra Carlista y aunque las autoridades llegaron a proporcionar al Ayuntamiento subvenciones para su restauración no fue posible llevarla a cabo.
Entrado el siglo XX la Iglesia se encontraba en similares condiciones y no fue hasta la llegada al Obispado de Ciudad Real, Francisco Javier de Irastorza Loinaz, cuando se planteó la idea de construir una nueva eligiendo como director de ese plan al cura Don Juan Moreno Costoso, que en esos momentos estaba trabajando en una obra social que la Institución Manjón tenía en Almagro. El cura Moreno Costoso aceptó la propuesta y se incorporó a la parroquia de Calzada de Calatrava, renunciando al trabajo que desempeñaba en la ciudad de los encajes.
A los pocos días de llegar al pueblo se enteró de que el Ayuntamiento tenía interés por adquirir el solar incendiado, que como ya hemos dicho estaba en ruinas, junto con el terreno de un cementerio situado al lado –lo que actualmente es el parque Reina Sofía- por lo que se reunió con el entonces alcalde, Don Bibaldo García, quien le informó de que el Obispado pedía 13.000 pesetas por su venta, cantidad que excedía las posibilidades del municipio. Tras esta reunión, el nuevo cura intermedió entre las dos partes interesadas y al final la compra se llevó a cabo por un importe de 5.000 pesetas más el material útil del derribo, que fueron empleados en la construcción del nuevo templo. El Obispado exigió que ese dinero se le entregara inmediatamente pero al final esa exigencia fue eliminada con la condición de que el Sr. García garantizara, personalmente, la entrega al obispado del dinero exigido al Ayuntamiento.
El plan de construir una nueva iglesia ya estaba puesto en marcha, por lo que el siguiente paso que se dio fue la constitución de una junta local con el propósito de impulsar y administrar las obras que se iban a realizar. El primer problema que apareció en esta asociación fue la exigencia, al presentar el permiso de obras, del Ayuntamiento de que se presentara un proyecto que debería estar firmado por un arquitecto, al que pudo darse solución a través de las sugerencias de un amigo del cura Sr. Costoso, el Marqués de Borghetto, que sugirió como técnico a Ignacio de Adama, uno de los arquitectos con prestigio en Madrid y que llevó a cabo las obras para la construcción del Palacio de Borghetto, donde actualmente está la sede de la Delegación de Gobierno en la Comunidad de Madrid. Dicho arquitecto aceptó el proyecto, haciendo el estudio gratis y encargándose de la dirección de la construcción de la iglesia, que fue aprobado por la junta diocesana, comenzando a trabajar para conseguir los recursos necesarios para llevarlo a cabo –Joaquín Maldonado entregó 5.000 pesetas, que sirvieron para derribar la iglesia incendiada y cuyos materiales se usaron en la construcción de la nueva parroquia. Otros de los que aportaron dinero fueron, entre otros, el Marqués de Borghetto -8.500 pesetas-, el marqués de Huétor -4.025 pesetas- y el Prelado Dr. de Esténaga -1.000 pesetas. El pueblo también hizo sus donaciones a pesar de la situación económica de sus vecinos debida, principalmente, a la plaga de langosta. El Sr. Costoso, en relación con el dinero aportado por el pueblo, llego a decir lo siguiente:
“Confío en que si Dios quiere darles mejores años [al pueblo] han de hacer un esfuerzo para adquirir un órgano que no debe faltar en el hermoso templo levantado.”
Como cooperadores, el Señor Costoso contó con sus coadjutores Juan José García Muñoz y Aurelio Gómez-Rico. Este último con sus conocimientos de arte y que consiguió de una persona anónima un púlpito para la nueva iglesia así como un donativo en metálico y unas vidrieras de doña Pilar de Letona de Zaragoza. García Muñoz se encargó de construir varios utensilios religiosos para el templo y desempeñando otras gestiones que se le confiaron.
El objetivo se había conseguido pero el Sr. Costoso comenzó a pensar en otros retos: la apertura en Calzada de Calatrava de un colegio para niños pobres, regidos por religiosas, y un Centro de Acción Católica de la Mujer porque pensaba que un sacerdote no debía de recluirse en su iglesia sino estar en todas partes haciendo el bien.
La consagración de la Iglesia se llevó a cabo, con la presencia del Obispo, el primer viernes del mes del Sagrado Corazón del año 1926 no pudiendo asistir el arquitecto Aldama; pero de ese día y sobre el colegio que se fundó en la ermita de la Trinidad hablaremos en otros artículos. Sólo decir que entre los ornamentos que se usaron en la ceremonia figuraba una capa pluvial blanca, regalo de Emilio Fernández y propietario de la finca Fuente del Moral; un paño de hombros obsequio de su hermana Francisca y los manteles para el altar mayor adornados con encajes, donados por la hija de Don José Medrano.