Hace cinco días, visitábamos en su domicilio de la calle de Cervantes a Dolores Cubero Pérez “la Polilla”, en compañía de Pedro Peral, Justo Serrano y Manolo Herrera Piña, con objeto de hacerle un reportaje para el espacio “Antena Regional”, de RVTE, siendo precisamente Pedro Peral quien me sugirió la idea de hacerle también un reportaje escrito, para las páginas del extraordinario de LANZA, dedicadas a las ferias y fiestas de Calzada. Como el tema merecía la pena por tratarse de una de las antiguas rezadoras domiciliarias en los entierros, la única que queda en Calzada y tal vez en muchos de los pueblos de la provincia y por ser una de las profesionales llamadas a extinguir, nada mejor que traerla a nuestras páginas, para que los lectores reconozcan su vida y a la vez una de las costumbres típicas y tradicionales de nuestro pueblo.
Empecemos por decir que Dolores la “Polilla”, como, con el mayor respeto y cariño, se le conoce aquí, nació en 1905 en el seno de una familia humilde y honrada. Sus abuelos fueron ganaderos y su padre jornalero. De allí le viene el sobrenombre “la Polilla”, pues se cuenta que a su abuelo le dijeron en cierta ocasión que “a ver si se le iban a apolillar las ovejas” y por eso empezaron a llamarle el hermano “Polilla”, sobrenombre que fueron “heredando” sus descendientes, pues antes, era rara la familia que no tenía su apodo, aunque unos se fueron perdiendo y otros perduraron.
La juventud de Dolores transcurre de manera más normal en su clase, realizando los trabajos propios de la recogida de los frutos del campo, del servicio doméstico, de lavandería, muy corriente en aquellos tiempos, hasta que contrae nupcias a los 24 años, quedando viuda unos años después (en 1930) cuando ya se encontraba en estado de gestación, naciendo a los pocos meses después su única hija, doña Fidela Caballero, con quien convive en la actualidad y la que ha dado a Dolores cinco nietos y seis biznietos.
Viuda ya y para sacar adelante a su pequeña hija Fidela, Dolores sigue haciendo los trabajos que había realizado durante toda su vida, a los que habría que sumar los de cobradora de los recibos de diversas hermandades religiosas, los de visita domiciliaria para invitar al vecindario a bodas, bautizos o entierros, en los que cobraba la entonces llamada ficha azul, que eran las aportaciones que satisfacían diversos vecinos para el sostenimiento de los acogidos en los comedores de Auxilio Social, y, ¡cómo no!, los de rezadora de los entierros, por cuyo motivo viene hoy a nuestras columnas. Tenemos que añadir, que por tales conceptos Dolores cobraba cantidades insignificantes, hoy serían ridículas, pero que sumadas todas ellas sirvieron en sus días para la supervivencia de ella y de su hija, hasta que ésta, ya mayor, contrajo matrimonio con un gran amigo nuestro, Francisco Castaños, de quien fuimos condiscípulo de primeras enseñanzas en la escuela de don Félix Vizoso. Francisco y Fidela tuvieron cinco hijos, hoy casi todos casados, pero Francisco murió joven a consecuencia de una enfermedad en el sistema circulatorio y nuevamente vinieron las dificultades económicas, por lo que Fidela encontró con facilidad un puesto fijo de trabajo para sacar también adelante a sus cinco hijos, ayudándole también a ello su madre, Dolores la “Polilla”, por lo que puede decirse que Dolores y Fidela, o lo que es igual, madre e hija, vivieron siempre muy unidas, tanto en las estrecheces como en las alegrías.
La intervención de Dolores como rezadora en los entierros, se reduce al rezo del santo rosario en la casa mortuoria, una vez que toda la concurrencia ha regresado del oficio de difuntos de la iglesia parroquial. Pero además del rezo del rosario, propiamente dicho, Dolores incluya una serie de oraciones a diversos santos, unas en prosa y otras en verso, lo que motiva que el rezo del rosario por el eterno descanso del alma del difunto dure más de media hora, en lugar del cuarto de hora que habitualmente suele durar el rosario con la letanía, el credo y la salve. Por descontado que el rezo del rosario siempre es dialogado, mientras que algunas de estas oraciones especiales, que ya se las saben también muchas personas, las rezan todos al unísono.
Cuando Peral le preguntaba a Dolores por la cantidad que cobraba por intervenir como rezadora, Dolores respondía que no cobraba nada o cobraba lo que voluntariamente querían darle, sobre todo cuando el difunto carecía de seguro de enterramiento, mientras que con seguro es la propia compañía aseguradora la que paga determinada cantidad en metálico, a través del agente local de la misma, pero esta cantidad no nos la llegó a decir en ningún momento.
Digamos finalmente, que Dolores la “Polilla”, a sus 78 años, sigue haciendo todos los trabajos de la casa, con la misma agilidad que cuando se encontraba en su más tierna juventud; que sigue cobrando sus recibos de diversas hermandades religiosas y que sigue actuando como rezadora en todos los entierros, en una verdadera demostración de filantropía ciudadano, por cuyo motivo y con un exceso de amor a su pueblo añadía que todos los calzadeños eran verdaderos católicos y que si alguno parecía que no lo era se debía más a la ignorancia que a otra cosa. La única petición que le quería formular a Dios era que le concediera una hora corta en el momento de entregarle su alma. Esta es la vida de Dolores, la “Polilla”, una mujer que sabe mucho de trabajos, sacrificios y abnegaciones. Y dio mucho y, en cambio, recibió poco.
Que Dios le conceda muchos más años de vida en el mismo estado de agilidad y salud de que goza en la actualidad y con la misma memoria y lucidez que a los 78 años.
¡Ah! Y nuestra gratitud por las atenciones y gentilezas con que nos recibió en su domicilio cuando fuimos a hacerle el reportaje filmado.
Aquí el vídeo que está publicado en YouTube. Una vez leída esta pequeña biografía hagan el favor de verlo y después comparen. Sobre todo sobre ese yerno republicano que La Polilla, según el video, tuvo.
Fuente: Agustín Goerlich, periódico Lanza.