Sacrilegio cometido en la Iglesia de Ntra. Sra. del Valle

Texto de los libros parroquiales donde se narra el sacrilegio que se cometió en la Iglesia al tirar las Sagradias Ostias.

Texto de los libros parroquiales donde se narra el sacrilegio que se cometió en la Iglesia de Ntra. Sra. del Valle al tirar las Sagradias Ostias.

Así nos describe el historiador Inocente Hervás y Buendía el estado en el se encontraba la Iglesia de Ntra. Sra. del Valle, en su Diccionario Histórico Geográfico, Biográfico y Bibliográfico publicado en 1914.

Tras el incendio de la Iglesia de Ntra. Sra. del Valle, por parte de los carlistas en la Primera Guerra Civil, quedaron en esta Iglesia algunos arquitos ojivales, que presentan la particularidad de que como capiteles de sus estribos sólo tienen unas guirnaldas de flores análogas a las que rodean los escudos de armas de muchas fachadas del primer período del Renacimiento. Su torre tenía su chapitel de tres cuerpos y adornaban tanto la sacristía como la iglesia varios cuadros, que revelaban ser, al decir de los visitadores de la Orden de Calatrava, de diestro pincel. Las dos portadas laterales, que aún subsisten, y únicas que al parecer tenía la iglesia, fueron decoradas en pleno siglo XVI. Ambas tienen primero y segundo cuerpo, luciendo en el segundo hornacinas, la del Norte con la imagen de Nuestra Señora con su Hijo en los brazos, y hoy las dos desprovistas de ellas. La del lado Norte es bellísima, de un arte plateresco tan puro, que puede creeerse ser obra de Berruguete. Ostenta en uno de los lados del segundo cuerpo esta inscripción: ACABÓSE ESTA PORTADA AÑO DE MIL QUINIENTOS XXVI SIENDO MAYORDOMO EL CAPELLÁN TOMÁS PÉREZ.

Como el edificio más sólido y avanzado de la población, en la primera guerra civil los liberales tenían un vigía constante en su torre y con frecuencia constituían un retén en sus bóvedas y en ella se hacían fuertes, cuando eran amenazados por alguna partida carlista. Aunque con las molestias y profanaciones consiguientes, por tener bóvedas y torre el paso por la misma iglesia, el culto continuaba en ella. Pero en el día 19 de diciembre de 1837, al llegar a la iglesia el sacristán para el toque del Mediodía vio con espanto estar el sagrario abierto; vuela a dar parte al párroco D. Valeriano Torrubia, a la sazón en el Ayuntamiento, acuden éste y el secretario Don José de la Camacha, y detrás de ellos un pueblo numeroso enterado del triste acontecimiento, y ven con horror esparcidas y arrojadas por mano criminal e impía las Sagradas Formas por el presbiterio, las que el Párroco recoge revestido con ornamentos sagrados con la mayor reverencia. Buscan después todos afanosos el copón donde se custodiaban, y le hallan en un cuarto de la torre destinado a carbonera. El gozo no era ni podía ser completo. La Ostia sagrada expuesta aquel mismo día a la adoración de los fieles con motivo de la festividad de los Gozos de San José no se halló, siendo infructuosas las más diligentes pesquisas para encontrarla. No era dudoso para nadie, que el móvil de aquella profanación sacrílega había sido el odio sectario, y que sus autores quedarían libres e inmunes del brazo de la justicia humana al amaparo de sus ideas y uniforme.

Esta consideración hizo, que Don Luis Lesmes de Hacha, juez espiritual de La Calzada y sacristán mayor de Calatrava allí presente y testigo de hecho tan horrible, dispusiera en el acto la traslación del Smo. Sacramento a la ermita de Ntra. Sra. de los Remedios, como se efectuó con acompañamiento de todo el pueblo, poseído del mayor dolor y de una fervorosa devoción, quedando la iglesia cerrada, hasta tanto que la autoridad competente resolviera.

Este hermoso templo, hoy abandonado y convertido en ruinas, se construyó en los primeros años del siglo XV… Era esta iglesia una ancha nave ojival, de la que queda únicamente en pie un arco. Al lado de la Epístola tenía las capillas del Smo. Cristo del Sagrario, el altar de la Virgen del Rosario y el Comulgatorio; al del Evangelio se hallaban el altar de Ntra. Sra. de la Asunción, donde se custodiaba la reliquia del Beato Jorge, y a los pies la capilla de Jesús Arrodillado y los altares de Santa Ana y Soledad. Según lo estrecho que aparecen hoy los huevos, estas capillas apenas eran arcos rehundidos.

Fuente: Inocente Hevás y Buendía.

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