La fuga de Blas Ruiz y Diego Belloso
De manera repentina aparecen en las historias del archipiélago filipino los nombres de Blas Ruiz y Diego Belloso. Sus orígenes y vida anterior hasta llegar al teatro de sus hazañas, son desconocidos en absoluto. Blas Ruiz, del que se sabe únicamente que nació en Calzada de Calatrava, es de suponer que, como tantos otros, fue a Las Molucas desde la Nueva España en busca de fortuna. Tal vez la persiguió primero por las Indias Occidentales adquiriendo allí los conocimientos y la experiencia marinera que más tarde habían de serle de tanta utilidad. De Diego Belloso, portugués, menos se sabe aún. Hemos de suponerle llegado a los exóticos territorios por las posesiones que la nación portuguesa (1) tenía en el Asia, en el país de las Especias.
Sea como sea, encontramos sus primeras noticias allá por el año 1595 como presentes en Chordemuco (2), capital de Camboya (3), al lado del rey Prauncar Lángara (4), en guerra contra su terrible vecino el rey de Siam (5).
El Rey de Camboya, en cuya corte se encontraban los aventureros, guardaba buena correspondencia y mantenía amistosas relaciones con el gobierno de Manila, la capital del archipiélago descubierto por Magallanes. Ante el temor del probable ataque de su enemigo, envió al gobernador de esta capital una embajada confiada al capitán Belloso en demanda de un socorro de hombres que pudieran librarle de su rival, ofreciéndole en cambio amistad y contratación en su tierra, a la vez que, como presente, dos elefantes ricamente enjaezados que fueron los primeros que se vieron en las islas.
Gobernada en Filipinas Gómez Pérez Das Mariñas (6), hombre de gran talento y de valor a toda prueba, que si bien se sentía inclinado a las aventuras y le agradase la opinión divulgada del poderío español, no creyó oportuno el desembarazarse de hombres. Así que despachó a los embajadores con buenas esperanzas, entreteniéndolos en cuanto al socorro, y agradeciendo la amistad del rey al que mandaba un caballo, algunas esmeraldas y otras cosas, como cambio de presentes.
Mientras tanto el rey de Siam, con un ejército de ochocientos mil hombres (7) y numerosos elefantes, se presentó de improviso en el reino camboyano asolándolo. No atreviéndose Prauncar a oponer resistencia a tan numeroso y temible ejército, se retiró con su familia refugiándose en el vecino reino de Laos (8). El rey siamés se enseñoreó fácilmente de toda la tierra y se apoderó de los bienes y tesoros de Prauncar. Los extranjeros que se hallaban en la corte de éste, el español Blas Ruiz y los portugueses Pantaleón Carnero y Antonio Machado, cayeron prisioneros de aquel rey. Igual suerte corrió Belloso al volver de su embajada a Filipinas.
Una vez conquistado el reino de Camboya, el siamés volvió a su tierra enriquecido por inmenso botín y, no sabiendo como trasladar a sus prisioneros blancos, los repartió, embarcando a Ruiz, Carnero y Machado, en un junco (9) de guerra, tripulado por marinos chinos y un fuerte destacamento de siameses, a la vez que con lo más rico del botín cogido, con destino a la ciudad de Odia (10), mientras que el portugués fue elegido para acompañar por tierra a los vencedores en el regreso de Siam.
Rumbo a Odia, Blas Ruiz, que conocía la rapacidad de los hijos del Celeste Imperio, insinuó a la tripulación el magnífico negocio que harían si se sublevaban contra el destacamento siamés y llevaran el junco con sus riquezas a cualquier puerto de la China. Insistió pitándoles con los más agradables colores el resultado del alzamiento, pidiéndoles desencadenaran a él y a sus dos compañeros a fin de ayudarles en la toma de la embarcación. Los chinos, ambiciosos por naturaleza y halagados por la perspectiva de la rica presa, soltaron a los blancos; y bajo la belleza de una noche austral fueron los siameses atacados por sorpresa, siendo vencidos y muertos en su mayoría sin que les valiera el valor derrochado para no sucumbir en la matanza.
Ya dueños del junco los chinos, volvieron los aventureros europeos a sembrar cizaña en el corazón de los chinos. Eran muchos los vencedores, y el botón tanto menor cuantos más fueran a repartir. Una tremenda y no menos terrible lucha se dio entre los chinos, viniendo a las manos con tal saña que, muertos la mayor parte, no les costó gran trabajo a los astutos españoles hacerse amos de la situación, y con ella del junco y sus riquezas, como habían pensado desde el principio. Y sin otro accidente llegaron al puerto de Manila, al mando de Blas Ruiz, adjudicándose a los ladinos vencedores buena parte de la presa.
Mientras tanto el rey de Siam, llegado a su corte de la ciudad de Odia, con impaciencia esperaba las riquezas embarcadas en el junco. Viendo que tardaba más de lo que la navegación pedía, juzgó que algo siniestro debía haberle ocurrido. Alzado o perdido, era preciso saber algo, pues que por el tesoro que contenía valía la pena de tomar informes sobre la suerte de la embarcación. Se necesitaba un hombre de probada pericia para recorrer los peligrosos mares en que tanto abundan los terribles tifones.
Esta ocasión la aprovechó el portugués Belloso. Este sugirió al rey, cuán fácil sería tener noticias del junco en Manila, y como, al mismo tiempo, podía ofrecer cerca del Gobernador de las Filipinas su valimiento en favor de él, comprometiéndose a establecer relaciones de comercio y amistad, así como traerle algunas curiosidades europeas que le habían de agradar. Se entusiasmó el siamés con el habla de Belloso y sus proposiciones, sin darse cuenta que todo ello era una treta para evadirse. Todo lo encontró aceptable, pero algo desconfiado, mandó que fuera con el portugués un mandarín, Aconsi (11), de su absoluta confianza a fin de que vigilara su proceder.
Hizo aprestar otro junco en que se embarcaron, además Belloso y el mandarín, otro par de elefantes para regalo al gobernador filipino, y una gran cantidad de menjuí (12), marfil y mercancías, para venderlas en los mercados de la capital y con su producto comprar los objetos europeos con que Belloso había logrado deslumbrar la infantil imaginación del rey siamés.
Rumbo a Manila, pronto se vieron atrapados por uno de los terribles temporales que asolan los mares del archipiélago, y obligados a refugiarse en Malaca (13). Aquí supieron la suerte de la nave de la que iban en busca de noticias. El mandarín empezó a desconfiar de la suerte que podía caber a su embarcación y a las mercancías que iban en ella. Así que, renunciando a ir a Manila, empezó a desembarcar los objetos con ánimo de venderlos y volverse a Siam sin hacer caso alguno de Belloso que protestaba indignado contra la resolución del agente del rey.
Una mañana apareció de repente muerto el mandarín a pesar de que la noche anterior no tenía la más leve alteración en su salud (14). Belloso, dueño del junco, reembarcó las mercancías y se dirigió a Manila adonde llegó felizmente, dando el presente de los elefantes a Don Luis Das Mariñas (15), gobernador interino por la muerte de su padre, y poniendo en venta las mercaderías por medio de otro siamés que en la embarcación había (16).
Llegada de Blas Ruiz y Diego Belloso a Manila
Allí se encontró de nuevo con Blas Ruiz y sus compañeros de la corte del desgraciado Prauncar. Del primero no se había de separar más. Ambos tenían que emprender juntos el camino de la gloria.
Entre todos convinieron en persuadir a Don Luis Das Mariñas para que enviase una armada a Camboya en favor del despojado rey, creyendo fácil reponerlo en el trono y viendo de esta manera facilidades para poder inmiscuirse en los negocios de aquel reino en provecho de la Religión y del Rey. Buscando valedores en la religiosa orden de Santo Domingo (17), bien pronto lograron convencer al nuevo gobernador, ya de por sí amante de glorias y aventuras, para que les concediera el refuerzo que pedían; aun cuando tuvieron en contra suya a la gente sensata de la ciudad que, como el teniente general Antonio de Morga (18) y el maestre de campo Diego Ronquillo (19) pedían que se dejase tan descabellada jornada cuyo resultado sería cobrar por enemigo declarado al temido rey de Siam, que con toda su buena fe había acudido a los españoles en busca de amistad y relaciones, para ir a favor de otro rey con el que ellos no tenían obligación alguna.
Pudieron más los aventureros ayudados por los Dominicos que buscaban nuevos horizontes para esparcir la semilla de la fe. Pero, Das Mariñas no se hallaba a la sazón en el mejor estado para satisfacer los deseos de sus nuevos amigos, pues era preciso desmembrar las fuerzas españolas de las islas, tan escasas y necesarias. Más, sus ansias de conquista, a las que se añadían el aliciente de extender la religión cristiana en aquellos nutridos territorios, hicieron que, adoptando un término medio de lo que su situación permitía, dispusiera que sólo se enviasen a Camboya cuarenta soldados españoles a las órdenes del capitán Juan Juárez Gallinato (20), a quien dio poderes de embajador ante el rey a quien habían de restaurar. Antes envió a los siameses que habían venido con Belloso, a su país, dando una respuesta incierta a la embajada recibida y algunas chucherías europeas como presente para el rey. Los siameses tuviéronse por contestos con sólo volver a su tierra.
Aprestáronse los navíos en número de tres, una fragatilla y dos juncos camboyanos, en los que se embarcaron los cuarenta hombres señalados, pero también otros aventureros que, furtivamente iban en busca de gloria y fortuna aprovechando la ocasión que el momento les deparaba, y que, reunidos todos, componían la ya respetable suma de ciento treinta españoles y algunos filipinos y japoneses.
Para religiosos que ayudasen espiritualmente a la expedición, dirigióse Das Mariñas a la Orden del Rosario, pidiéndola que destinara cuando menos un Padre que revestido también con la calidad de embajador, acompañase a los expedicionarios. El Prelado de la Provincia, después de tratar el asunto en consejo, acordó destinar para este importante cargo al mismo Provincial, Fray Alonso Jiménez (21) cuyo oficio estaba para expirar. Otra dificultad surgió acerca del sujeto que se debía destinar para compañero del anciano Provincial que sin hacer falta a la Provincia, pudiese llenar este vació a su satisfacción. Después de varias propuestas, fue por último nombrado el Padre Fray Diego Aduarte (22), de veintiséis años de edad, y para servicio de ambos el hermano Fray Juan Deza.
La pequeña fragata se la puso bajo el mando de Gallinato, jefe de la expedición, y en ella iban la mayor parte de las vituallas. Los dos juncos, uno mayor que el otro, estuvieron cada uno de ellos al mando de Blas Ruiz y de Belloso, respectivamente. En el primero iban la mayor parte de la gente embarcada; en el segundo estaban los religiosos.
Preparativos para la expedición
El día 18 de enero de 1595, tiempo en que lo nortes suelen apretar con violencia en el mar de la China, se hicieron a la vela con dirección a la isla de Luban (23). Habían dispuesto surgir en uno de sus puertos y continuar en seguida su derrota en convoy hasta Camboya. Juntos llegaron el menor de los juncos y la fragata; más la otra embarcación, habiendo llegado más tarde, y ante el temor de dar en algún bajo, tan abundantes en aquellos mares, no se atrevió a aportar y no pudiéndose mantener en espera a causa de los vientos determinó irse solo en la demanda de Camboya, lo que causó pesadumbre en el resto de los expedicionarios que temieron el naufragio de aquella nava, falta de bastimentos y de agua; y en la que iba la mayor parte de la gente.
Al amanecer levó anclas el junco pequeño para seguir su derrota. A los tres días de navegación con viento en popa y poca mar, perdió le palo mayor, teniendo la fragata que alargarle un cable para que no quedara a merced de las olas y acabar de malograr la expedición. Ocho días estuvieron navegando de esta suerte hasta que, hallando en el sondeo un fondo de cuarenta brazas y juzgando la tierra cercana, la fragata recogió su cable. En efecto, vieron tierra, más no la del puerto adonde debían dirigirse pues habíanse desviado por sotavento a gran distancia. En consecuencia determinaron fondear a fin de poder tomar una derrota más segura. El fondeadero, distante de la playa en dos leguas, no podía ser más peligroso a pesar de no tener más que tres brazas de fondo. Un viento furioso empezó a soplar poniendo en grave aprieto a los navegantes; y la fragata, no pudiéndose mantener, hízose a la vela dejando abandonado el devastado junco que, sin palos ni velas, se veía imposibilitado de seguirle, a la vez que se encontraba en una situación de extrema desesperanza ante la privación de salir de aquel lugar, y temiendo a cada instante el ser tragado por las olas de aquel mar alborotado por los terribles vendavales del mar chino.
Y aquí empieza la serie de las que parecen fabulosas aventuras. Una racha de luchas contra los elementos, con los hombres, con todo, mantienen en admiración al que sigue a este puñado de hombres cuyos hechos rivalizaron con las gestas épicas de Pizarro con los incas, y de Cortés con la federación azteca.
(1) Recordemos que en esta época Portugal formaba parte de la corona española.
(2) En khméz, “Cardemuk”, “Cordemuko”, “Codomuk”, (en sánscrito, “Caturmtka”): significa las cuatro caras, brazos o caminos. Es el antiguo nombre de Phnon Pehh, capital de Camboya. En siamés, Cho-de-Mukha, significa el sitio donde se reúnen los principales mandarines.
(3) Antiguo reino de la civilización índica de la parte E. de la Indo-China. Está cubierta de espléndidas ruinas entre las cuales brillan en primera línea los célebres monumentos de Angkor, conocidos ya en 1570 por los españoles y portugueses. El nombre indígena del reino es Srock Khmer (el país de los khmers) o Srock Kampuca (el país de los camboyanos).
(4) Desde tiempo inmemorial los reyes de Camboya reciben en el día de su coronación una serie de títulos protocolarios con los cuales se encabezan todos los documentos oficiales. En los escritos de importancia secundaria, se designa alrey con parte de estos títulos cuya serie se abrevia de diferentes maneras. Prauncar Lángara responde a “Prah onkar alonkar” (Prah, en sánscrito “omekára”, literalmente “la santa sílaba om”, aquí “palabra real”; alamkan, equivale a “ornamento”. Prah es un prefijo honorífico que viene a ser excelente.
(5) Reino situado al norte de Camboya.
(6) Era natural de Betanzos (Galicia), y fue el quinto gobernador de propiedad de las Filipinas en donde llegó el 31-V-1590. Tenía fama de enérgico y valiente, virtudes que probó sobradas veces durante los tres meses que tuvo a su cargo la defensa de la costa contra los moros. Deseando someter al Malmo, organizó una expedición que quedó frustrada en la misma costa de Luzón, frente a la punta de Azufre, en la noche del 19 de octubre de 1593, al ser asesinado por los chinos bogadores del buque que lo conducía.
(7) Aclaremos este inmenso número. El rey de Siam, como la mayoría de los reyes asiáticos, al hacer una guerra se hacía seguir por todos sus vasallos, equipados y armados por sí mismos.
(8) Pueblo tai, raza al que pertenecen los siameses, dividido en multitud de pequeños estados situados entre Camboya, Tonkín y China, y entre Siam y Birmania. Lao es el nombre que se da a un grupo establecido cerca del Bajo Mekhong y que ha sido extendido a todos.
(9) Embarcación china, la de mayor consideración de cuantas se conocían en el Extremo Oriente a la llegada de los españoles a Filipinas.
(10) Ayuthia (en sánscrito ayodhyá, la inexpugnable,capital de Ráma, la Oude moderna), antigua capital del reino de Siam del siglo XVI hasta su destrucción por los birmanos en 1767.
(11) No es nombre propio. En chino esta palabra significa “sobrecargo”.
(12) Bálsamo natural que se extrae del “Stirax benzoni”.
(13) Ciudad fundada por los portugueses en el primer tercio del siglo XVI en el extremo de la península del mismo nombre, en el territorio llamado antiguamente “Aurea Cherchoneso”. Vino a ser la capital de los antiguos dominios de Portugal en el Extremo Oriente.
(14) Hemos de convenir que fue Belloso el que lo asesinó.
(15) Hombre de grandes hechos y proezas, y émulo de los más grandes aventureros. En 1591 hizo desde Manila una jornada a través de Ituy, recorriendo a pie todo el corazón de la isla de Luzón hasta la costa. Después de ser protagonista de mil hazañas, murió peleando heroicamente en Tondo cuando el formidable alzamiento chino en 1603; los alzados le cortaron la cabeza y la llevaron a Manila como trofeo.
(16) Ese hecho reivindica a Belloso. Si mató al mandarín no fue para apoderarse de las mercancías, sino para alcanzar su libertad.
(17) Fue la cuarta de las corporaciones religiosas que llegaron a Manila, y lo hizo en 1587. De esta orden fue el primer obispo de Filipinas, Fr. Domingo de Salazar, que entró en Manila en septiembre de 1581. Al principio la orden no admitía dádivas, mas después lograron ser millonarios.
(18) Para la vida de este interesante personaje, véase la edición de su obra por Wenceslao Retana (Madrid 1910) en sus primeros capítulos.
(19) Primo del gobernador D. Gonzalo Ronquillo de Peñalara, fue el más caracterizado de sus parientes al que tuvo como maestre de campo. Das Mariñas (Gómez) le tuvo también de maestre y, como tal, quedó encargado de los asuntos de guerra al ir D. Gómez al Malmo.
(20) Brillante capitán que prestó muchos y excelentes servicios durante su larga carrera en Filipinas, a donde debió pasar con Gómez P. Das Mariñas, quien le nombró sargento mayor, comisionándole en 1591 para que fuese a la jornada de Ituy. A la vuelta de Camboya (1600) anduvo mucho por Bisayas haciendo la guerra a los piratas moros. En 1602 fue a Joló a castigar a los isleños, pero fracasó. De allí pasó de nuevo a Bisayas a reforzar a la gente de Hurtado de Mendoza para la empresa de Ternate. Combatió también contra los Sangleyes sublevados. En los años 1603-4 era regidos de la ciudad de Manila. En 1606 estuvo con Pedro Bravo de Acuña en la conquista de Malmo. De vuelta a Manila pasó a Mindanao y debidas a él fueron las paces de 1606. D. Juan de Silva le llevó como segundo en la batalla naval en que fue destruida una escuadra holandesa. Murió siendo maestre de campo, y lleno de méritos cuando contaba con unos 60 años.
(21) Era extremeño, profesó en Salamanca y pasó a América, donde estuvo años misionando la Guatemala. Ya era viejo cuando llegó a Filipinas con la primera misión (1567).
(22) Nación en Zaragoza, hacia 1870, llegó a Manila en julio de 1595. A la vuelta de Camboya estuvo en la expedición de D. Luis Das Mariñas que quedó frustrada en China. Desde el Pinal se trasladó a Macao y de allí a la India, con el propósito de venir a España, cosa que no llegó a efectuar, si bien tomó parte en no pocas aventuras por el Extremo Oriente. Obtuvo altos cargos en su orden, y murió siendo obispo de Nueva Segovia en 1636. Fray Diego Aduarte es el tipo de fraile aventurero de entonces, medio guerrero y medio sacerdote, valiente y sufrido, confesando, bautizando y matando lleno de fe y sin escrúpulo alguno.
(23) Con más propiedad Lúbang. Está situada en el extremo N.O. de Mindoro.
Fuente: Dos grandes aventureros españoles del siglo XVI, de Xavier Dusmet de Arizcun.